Cuentos de condición animal

Mala índole

Javier Marías y su obra cuentística

Mala índole
Javier Marías y su obra cuentística

No son pocos los elogiosos comentarios que recibió en vida y muerte Javier Marías (Madrid, 1951-2022). Su extensa obra narrativa está en las vitrinas de la literatura en español, para bien y para mal, como objeto de admiración y, de alguna manera, de veneración.

Novelas como Corazón tan blanco, Mañana en la batalla piensa en mí (hermoso verso de Shakespeare, en Ricardo III) o la trilogía Tu rostro mañana, compuesta por Fiebre y lanza, Baile y sueño, y Veneno y sombra y adiós; o, en su vena ensayística, los trabajos sobre Faulkner y Nabokov, son esclarecedores; además, existe una rica tradición periodística en la suma literaria de Marías.

En esta colaboración dedicaré mis ideas a la obra narrativa breve de Marías: sus cuentos, que han sido poco explorados. El español reunió, a manera de clausura en el género, sus mejores cuentos en un solo libro, que él mismo denominó “aceptados y aceptables”. Bajo el título de Mala índole, recopiló 30, que datan, el más viejo, de 1975, hasta el más actual, de 2005; es decir, 30 años de trabajo, un cuento por año, si se piensa en el número de textos y de años en este volumen. 

Entre el humor y la ficción, los relatos de Marías pasan siempre por el filtro de la narrativa acendrada, pulcra, muy bien calibrada. Las anécdotas que cuenta se asemejan en algunos relatos, por ejemplo, la presencia del doble, no como un desdoblamiento en el tiempo, sino como una presencia ajena, inorgánica, maligna y detestable.

A diferencia de sus novelas, donde el realismo, mejor dicho, la realidad es el telón de fondo, en sus cuentos es el imaginario puro el que se filtra por los poros de la ficción. En este volumen, pocas veces hallamos a un Marías culterano, académico, el típico escritor centroeuropeo, a la manera de Claudio Magris o Cees Nooteboom, sino a un escritor más cercano al creador de historias delirantes.

Siempre, como lector, hay historias que se convierten en entrañables, tienden puentes entre quien lee y quien escribió. Agrupan obsesiones e ilusiones, y en este libro me pasó con un puñado de cuentos, para mí, los más atractivos.

Sin duda, el que da título al conjunto, Mala índole, me resulta destacado desde el comienzo. A medio caballo entre el cuento largo y la novela corta (valgan de poco las clasificaciones), Marías imprime la tensión necesaria desde el comienzo para enganchar:

 

Nadie sabe lo que es ser perseguido si no ha pasado por ello y la persecución no ha sido constante y activa, llevada a cabo con deliberación y determinación y ahínco y sin pausa…

 

La criba que hizo el autor para sólo conjuntar sus textos publicables se agradece, pues muchas veces los volúmenes de “cuentos reunidos” no pasan de ser un copy paste de cualquier edición más grande, sin hacer una revisión crítica ni orgánica de lo reunido.

Además de “Mala índole”, especial atención merece “Mientras ellas duermen”, “Cuando fui mortal”, “La canción de Lord Rendall”, “Domingo de carne”, “La herencia italiana”, “Menos escrúpulos”, “Sangre de lanza” y “Un sentido de camaradería…”

Entre la fauna que atraviesa estas historias está un médico enigmático, una seria de dobles, guaruras, fantasmas, una aspirante a actriz pornográfica, una pareja asesinada, un mayordomo neoyorquino en aprietos por quedar encerrado en un elevador; un hombre y mujer dedicados a la mafia en plena decadencia, entre muchos otros seres que van y viene por las páginas de Mala índole. Cuentos aceptados y aceptables.

Como ya lo decía al inicio, Marías es un escritor con mucho oficio. No sorprende hallar una serie de cuentos prolijos, aunque no siempre con arcos dramáticos tensos y estirados. Más bien, el autor deja que corran las historias y los desenlaces sean los que sorprendan, a veces no por el remate, sino por la indefinición, el final abierto y la vía libre hacia múltiples interpretaciones.

En Javier Marías, el lector del Colegio de Ciencias y Humanidades tiene a un maestro al que debe leer y, acaso, intentar imitar. 

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