El filósofo español Jaime Céspedes Gallego dictó la conferencia magistral “La lectura o la vida, elogio y crítica de la cultura literaria”, en el marco del Congreso Nacional de Lectura e Interculturalidad, en la que reflexionó sobre la importancia de leer, actividad que consideró como un acto fundamental en la vida de las personas.
El académico de la Universidad de París Nanterre urgió a analizar el acto de la lectura, pues consideró fundamental leer bien, lo cual implica saber qué se está leyendo y por qué, pues muchas veces las personas leen sin saber qué están haciendo, incluso prefieren hacer otras cosas en lugar de leer.
Lo anterior, Céspedes Gallego lo estima como una paradoja debido a que la cultura occidental es fundamentalmente literaria y es así, dijo, porque desde el principio de los tiempos la palabra sagrada fue literaria, plasmada en las leyes y mandamientos dados a Moisés, donde la palabra es verdad y no se cuestiona, según la religión cristiana.
“Nuestra cultura se basa en el poder de la palabra porque el lenguaje que hablamos nos ha sido dado de generación en generación. En esto hay una parte de misterio y otra de dominación, porque con el lenguaje podemos dominar, pues quien mejor lo domina parece más inteligente, más sabio y respetable, que quien no lo hace”, refirió.
“Lo mismo sucedió con las leyes religiosas y civiles que protegen el sistema que las ampara y les da una idea de la jerarquía social que divide a la población. La principal se da entre las personas letradas y no letradas, instruidas o no”, ya que en nuestra cultura las personas con instrucción desempeñan los cargos más importantes y las que no saben leer y escribir, cargos manuales”, aseguró el académico.
Durante su ponencia, Céspedes Gallego leyó algunos fragmentos de autores como Jorge Semprún, Jorge Luis Borges y Joan Turner de Jara, para señalar que la lectura de los textos lo ha llevado a responderse preguntas como: ¿Por qué los leyó?, ¿por qué le gustaron? y si son lecturas que le han ampliado la perspectiva sobre el tema
Además, reconoció, lo ayudaron a enfrentar la idea de que para escribir bien hay que haber vivido intensamente o por lo menos tener una experiencia digna de ser comunicada al gran público.
“Es una idea discutible, por lo menos en la narrativa, ya que eso no pasa con la poesía, en la cual se puede aceptar que un poeta viva sus sentimientos profundos, sin necesidad de haberse encontrado en situaciones de compromiso social o político, como es el caso de Borges, quien es un gran poeta”.
“En cambio, en el mundo anglosajón, es frecuente que prevalezca la idea de que alguien no debe escribir de aquello que no ha vivido, a pesar de que el escritor tiene el derecho a contar su vivencia como él desea que sea transmitida y para hacerlo puede hacer uso de algunos artificios”, dijo el catedrático.
Para ilustrar lo anterior, el conferencista compartió fragmentos de obras literarias de los escritores citados para explicar cómo y hasta dónde se puede contar una historia a las personas que no han vivido lo que se está contando.
“El lenguaje escrito puede decir todo: puede expresar el amor más insensato, la más tremenda crueldad; se puede nombrar el mal, su sabor, sus dichas etéreas, y se puede expresar a Dios, lo que no es poco”, concluyó el estudioso, actual profesor de la Universidad Artois, en Arras, Francia.