La Ciudad de México sigue siendo vulnerable ante los sismos, y a pesar de que cada vez se cuenta con una mejor cultura de protección civil y que los simulacros han contribuido para que la población sepa cómo actuar frente a un fenómeno de este tipo, “aún falta mucha conciencia y conocimiento de la gente sobre lo vital que es saber actuar, pues de ello dependerán nuestras vidas”.
Así lo advirtió el arquitecto Iván Salcido, quien por años se ha dedicado a investigar y a ser cronista de estos fenómenos, en una charla que tuvo con cecehacheros, en la que hizo un “recuento de los daños” y llamó a las y los estudiantes de Azcapotzalco a estar informados sobre cómo actuar en caso de otro terremoto de grandes proporciones.
El autor de la trilogía El día que el ángel voló (1957), Crónica del desastre en México (1985) y 19 de septiembre negro (2017), recordó que los sismos de esos años han dejado una huella profunda en la memoria de los mexicanos por los daños que dejaron a la ciudad y las heridas abiertas en sus habitantes que perdieron familiares, amigos y, en algunos casos, su vivienda, patrimonio y hasta su fuente de trabajo.
Apoyado por imágenes, testimonios, referencias e historias asociadas a los edificios colapsados, recordó que a lo largo de los años se ha estudiado y analizado la actividad sísmica en el país, lo que ha derivado en un mayor conocimiento sobre la situación del subsuelo de la Ciudad de México.
Antes de 1957 no había sucedido un sismo que provocara un gran desastre, debido a que en su mayoría eran edificios bajos que no vibraban igual, la población que lo vivió se quedó con la idea de que era lo más fuerte que podía pasar y se minimizó la posibilidad de que volviera a ocurrir otro desastre similar.
Aunque se realizaron ajustes al Reglamento de Construcciones, dijo, “para el 19 de septiembre de 1985, nadie recordaba el sismo del 57. En aquel entonces, tampoco se sabía que en la costa del Pacífico existían dos brechas sísmicas a punto de liberarse; ocurre el sismo y los edificios dañados desde el 57 terminan por colapsar y ser demolidos”.
En esta ocasión, el trabajo de la ciudadanía, tanto de rescate como voluntarios, hizo una gran diferencia, subrayó Salcido, tras explicar que hay cinco placas tectónicas que interactúan en el territorio mexicano y que en 1985 fue la de Cocos la que se rompió con un impacto equivalente a mil 114 bombas atómicas de 20 kilotones cada una.
Fue un sismo que afectó los edificios de entre 7 y 15 pisos de altura por la distancia, la frecuencia sísmica y el tipo de suelo blando del centro de la ciudad.