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En pocas palabras

En pocas palabras

Lo que menos necesita la brevedad son etiquetas. Las clasificaciones permiten distinguir rasgos particulares, pero suelen obstaculizar la mirada en conjunto. La escritura breve no conoce fronteras, vive de la hibridez. En La droga de los profetas, Édgar Krauss nos recuerda que la brevedad incursiona lo mismo en los terrenos de la aforística, que en los de la minificción o el microcuento; en los campos del palíndromo, o bien en las gracejadas líricas al estilo de la greguería o del periquete. El título de Krauss es un ejemplo de la llamada tuiteratura, una obra cuyo primer espacio de proyección fuera el afamado servicio de micro-blooging cuando sólo concedía 140 caracteres. Sirva, pues, para ilustrar este fenómeno emergente.

Se le subió el muerto y parió fantasmas.

Tras su victoriosa faena, el toro seguía esperando que le entregaran las orejas y el rabo del torero.

Creo en todo lo que dices, porque sé que no es cierto.

Asir al amigo: acude a la calle. Ella cala, educa. O gima la risa.

Había un dinosaurio que soñaba que era un escritor llamado Tito que tenía pesadillas porque sólo se le citaba por el menor de sus cuentos.

Siempre confundo a Moisés con Caín y a Herodes con Abraham.

Me gustaría que los políticos dieran sus discursos en lenguajes de señas.

Es tan corto el mezcal y tan largo el olvido.

Oírle oración: —“No Ilíada, Ilión”. —No, Ícaro. El río.

El camino de los excesos no me llevó al palacio de la sabiduría, sino al Lansoprazol. Dejé de creer en William Blake.

También las palabras se aburren de ser las mismas.

El futuro es la droga de los profetas.

Krauss, Édgar. La droga de los profetas. México: Cuadrivio, 2016.

 

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