una obra clásica

Universalidad

El drama sigue intacto si su funcionamiento interno se conserva

Universalidad
El drama sigue intacto si su funcionamiento interno se conserva

Frecuentemente, los docentes del área de Talleres nos enfrentamos al proceso de seleccionar las lecturas que se harán durante el semestre. Cuando así sucede, se suelen tener miramientos en el caso de los textos dramáticos. Esto, debido a ciertos hechos más o menos conocidos.

Primero, que la literatura dramática es la menos estudiada y discutida en el ámbito escolar; luego, que, por su diseño, requiere de herramientas distintas a las de la poesía o la narrativa para su comprensión.

Por otro lado, varias de las obras teatrales clásicas a las que podemos acceder son traducciones que están hechas más para ser leídas que actuadas, por lo que podrían generar, en primera impresión, una distancia en el lenguaje, y, finalmente, algo similar sucede en el caso del contexto de producción, en el que si éste es distante de nuestro tiempo, se le da prioridad.

Todos estos factores son ocasión de generar un prejuicio ante la obra que deseamos inspeccionar. Además, cuando se trata del lenguaje (por ejemplo, el de las obras del Siglo de Oro español) la primera tendencia será querer actualizarlas. Hay otros casos, quizá en sectores más específicos dentro del teatro, donde se preferirán obras contemporáneas; un término que ha venido a referirse no sólo obras escritas en nuestra contemporaneidad, como podría pensarse, sino a las que poseen un valor de “ruptura” con las supuestas estructuras dominantes por el canon.

Es así que, en muchas ocasiones, podemos ver obras donde no hay personajes ni anécdota ni conflicto ni acción dramática; en varias de ellas, se ha preferido la espectacularidad antes que la teatralidad, y se han deslindado tanto de los funcionamientos esenciales del drama que se han podido escuchar voces que aseguran que Shakespeare ya está superado, o que los dramas de Ibsen son “obras viejitas”, o que Sófocles y Esquilo son antiguos e inentendibles...

De modo que, para aprender los mecanismos dramáticos, lo más sensato vendría a ser actualizar la forma en que vemos las obras, y no modificarlas. Mencionemos algunos puntos que podrían tomarse en consideración para abordar una obra clásica, entendiendo este término como sinónimo de calidad técnica y universalidad temática, sin importar su época de producción, aunque sea —precisamente— el paso del tiempo lo que nos permita percibir su vigencia y autenticidad.

Lo primero que valdría la pena tener claro, pese a que estemos ante una traducción o un drama donde el lenguaje nos suene distinto al que usamos cotidianamente, es que las palabras y el lenguaje no son el fin último de un texto dramático, ya que se tratan de un simple y llano medio para expresar una estructura de transformación. De modo que, aun con la traducción de una lengua a otra, el drama se mantiene intacto siempre que su funcionamiento interno se conserve. Ya hemos mencionado, en otro momento, que el lenguaje viene a ser un recurso estético de la obra.

Reconstruir el orden de la anécdota e identificar el conflicto son procesos más específicos, pero que, si se llevan a cabo, promueven otros dos más importantes: a) la comprensión de los personajes. Este punto es el que requiere un nivel de observación y honestidad profundos, pues, comprender la situación del otro es un haberse puesto en su lugar; b) identificar el tono de la obra, o sea, lo que el autor quiere lograr con su espectador: ¿busca que nos riamos, que nos aterroricemos, que nos ilusionemos? Esto nos permitirá abordar un texto dramático dentro de sus propios términos, y no otros.

Finalmente, quizá el punto más difícil de tratar por su nivel de influencia en los ámbitos académicos: una obra dramática —que se pueda considerar artística— no depende de su contexto de producción. Esta es una consideración que, para algunos, resulta chocante, más cuando tratamos a los clásicos griegos o los dramas basados en eventos históricos, por ejemplo. Creemos que el entendimiento de estas obras está en lo que nos puede decir la Historia, la época en que fue escrita, y nos vamos por entre las ramas, viendo alrededor de la obra, pero no la obra en sí, sin percatar que lo importante está —justamente— en la verdad oculta tras las apariencias.

Compartir: