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Recordar los años de estudiante

Exalumno rememora las vivencias en el que fue su segundo hogar

Recordar los años de estudiante
Exalumno rememora las vivencias en el que fue su segundo hogar

Desde el primer día en el CCH, fue como llegar a casa, mi nerviosismo disminuyó al ver a tantos profesores y estudiantes recibiendo a una nueva generación. Recorrer sus laberinticos pasillos para llegar a las aulas, a los laboratorios, a la biblioteca, a las canchas y a cada uno de sus edificios para conocer más el Colegio hizo que desapareciera totalmente mi intranquilidad y, a partir de ese momento, fue mi segundo hogar.

Familiarizarme con el Modelo Educativo fue explorar una nueva forma de aprender, de la que me sentí́ cautivado desde el inicio. Sentirme parte de la comunidad cecehachera y poder expresar lo que pensaba en el aula o en las asambleas fue otro momento determinante en el paso de mi formación.

Cada asignatura que cursé fue decisiva para apropiarme del conocimiento —que más tarde consolidaría en la licenciatura— y así, entender el mundo y cada una de sus estructuras. Cada profesor aportaba su esfuerzo y dedicación en el aula, y aunque en el momento no nos dábamos cuenta de todo ello, ese trabajo dio su fruto en cada uno de nosotros.

Con cada tarea e investigación por nuestra cuenta también contribuíamos a formarnos a nosotros mismos, para desarrollar un pensamiento propio y romper con paradigmas. Con cada trabajo en equipo y debate en clase alentábamos el conocimiento colectivo y salíamos del individualismo. A veces esos debates se tornaban acalorados, pero qué valor puede tener un debate en el que no se defienden y argumentan las ideas. Al final, lo importante no era ganar o tener la razón, sino compartir, respetar y llegar a acuerdos.

Y cómo olvidar los eventos que el Colegio organizaba. Ya fuera en una feria de las ciencias, en un bazar cultural, un concierto o una conferencia, ahí también estaba el aprendizaje, la amistad y la diversión.

Con todo ello, sin percibirlo con claridad en su momento, el CCH nos estaba formando, pero con la juventud que nos desbordaba a cada instante, sólo nos disponíamos a disfrutar y aprovechar lo que la UNAM nos ofrecía.

Ser parte de la comunidad cecehachera es algo inigualable. Desde sus aulas hasta el conocimiento que se imparte en éstas, así como todas las vivencias, amistades, etcétera, se convierten en una esencia que, como una marca indeleble, cada uno lleva en sí y se vuelve parte de su ADN. 

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