montaje escolar

Etapas para un montaje escolar

Definir la obra sería la mitad del trabajo

Etapas para un montaje escolar
Definir la obra sería la mitad del trabajo

En este momento, la mayoría de los planteles del CCH están preparando, cada uno por su cuenta, concursos internos de teatro estudiantil; todos ellos, con la finalidad de apuntar a la labor humanística y de aprendizaje que las artes escénicas implican dentro del Colegio. Esto significa que varios grupos, ya sea conformados únicamente por estudiantes u organizados por algún profesor, están en el proceso de preparar montajes.

En muchos casos, a pesar del interés y la voluntad, se tienen dudas respecto a cómo abordar un montaje teatral. Nunca ha habido fórmulas absolutas para los procesos vitales ni artísticos. Hacer teatro no es la excepción. Pese a ello, sí existen sistemas, comprobados por medio de la experiencia, que únicamente tendrán efectividad, en todo sentido, si se descubre su razón de ser.

En esta ocasión, nos atrevemos a mencionar algunas etapas que, consideramos, son indispensables y necesarias para llegar al día de la función. Probablemente, al lector aficionado al teatro le resulten obvias algunas de ellas; no por ello, quiere decir que sean menos meritorias a la hora de organizar el trabajo y a las personas implicadas.

Primero, la selección de la obra dramática. Tener claridad de qué obra se puede abordar con un grupo de estudiantes es, quizá, la mitad del trabajo. Mucha gente dedicada a la industria teatral y cinematográfica coincide en que la selección del texto —uno bueno— influye por mucho en el resultado, por encima de casi cualquier otro compuesto de la producción.

Un ejemplo de ello es William Shakespeare. Por mucho que se adapten sus obras, a veces, casi hasta la incongruencia, la estructura dramática de este gran autor soporta infinidad de procesos y el público no se la pasa mal. ¿Qué obra elegir entonces? La que mejor se adapte a las circunstancias de cada quién y, sobre todo, la que a todos los implicados provoque la emoción suficiente para montarla.

Segundo, comprender el texto dramático. En este espacio hemos compartido, no pocas veces, distintas herramientas del análisis dramático, con la finalidad de que una obra de teatro sea un campo muchísimo más claro donde se pueda transitar.

Lo principal: desentrañar la acción dramática, percibir la manera en que está contada y el objetivo que el autor tiene con ello: ¿qué sensación me queda de la obra al leerla? ¿Qué pensamiento se aferra a mi mente?

Observar el resultado de estas dos preguntas, nos lleva a valorar los elementos puestos en el texto dramático que hacen posible esos dos factores: emoción y pensamiento. Quizá, lo único que queda después de leer el texto es una imagen o un diálogo.

Es un buen punto de partida. Pero tendrá que ser tomado, con relecturas y cuestionamientos, hasta que uno sienta algo nítido, lo necesario para que sepa que eso desea lograrse en su público.

Tercero, la definición del elenco. Esto puede responder a infinidad de factores: semejanza con el tipo de los personajes, desempeño, desinhibición, etcétera. Y dependerá, una vez más, de las búsquedas y circunstancias de cada equipo.

Con todo, podemos mencionar un requisito que, por mucho, es el más importante: la voluntad de hacerlo. Es mejor decirlo de una vez: el teatro no resulta a la fuerza. Querer estar ahí, por meras ganas de hacerlo, evitará muchísimos inconvenientes y disgustos.

Cuarto, y el secreto de esta articulación, son los ensayos. Rompamos con uno de los mitos más famosos del teatro, que el día de la función todo se arregla; eso es mentira: si algo no se ensaya, no sale.

No hay modo ni forma, porque el teatro es una operación del artificio para plantear verdades emotivas o intelectuales, y hacer eso requiere un riesgo, como el del funambulista que pasa por la cuerda. No ensayar equivale a cruzar la cuerda únicamente con buenas intenciones.

Existen diversos tipos de ensayos y cada uno se distingue por su propósito, pero todos ellos se enmarcan en un objetivo indispensable: el de que los integrantes del montaje adquieran confianza y destreza en lo que están haciendo. Sólo así llegará el momento de fluir y divertirse en la función. 

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