Ciclo jueves para la iguadad

Ciclo jueves para la iguadad

El teatro fue otra trinchera desde donde abrieron paso

Ciclo jueves para la iguadad
El teatro fue otra trinchera desde donde abrieron paso

En honor a la maestra Guillermina Saavedra Palma, que inspiró su vocación de historiador, el doctor Miguel Ángel Vásquez Meléndez se presentó en el ciclo Jueves para la igualdad, para hablar de la lucha por la equidad que ha dado la mujer de teatro, desde tiempos de la Colonia y luego durante el movimiento independentista de México.

Las mujeres del teatro lucharon por borrar los estigmas de la sociedad colonial que las consideraba “seres de ínfima categoría y proclives a la delincuencia”, que debían ser dominadas por el hombre, y buscaron un reconocimiento social y demostraron su capacidad de logro en muchas áreas, apuntó el estudioso, presentado por Adriana Noemí Zepeda.

Recordó que en esa época la mujer fue desplazada por la figura masculina y fueron pocos los casos en los que se le permitió destacar, con excepciones como las de sor Juana Inés de la Cruz; lo mismo que en la Independencia se halla a Josefa Ortiz de Domínguez y a Leona Vicario, y en la Revolución mexicana a las hermanas Carmen y Natalia Serdán, o a las famosas “soldaderas”.

En la Independencia, agregó, había actrices y cómicas que divertían al público, aun cuando cargaban el estigma social de que se les consideraba “prostitutas”, como la queretana María Antonia Martínez, acusada de tener casas de prostitución.

Bernal Díaz del Castillo relata que Moctezuma tenía actores y cómicos que lo divertían y que abundaban las danzas, por eso no extrañó que llegaran a América, con sus variantes, estas formas de expresión; en el siglo XVIII existía el Coliseo de Comedias, una forma de teatro con niveles populares, medios y altos. Sin embargo, las mujeres que se exhibían en público eran consideradas prostitutas y a la fecha las actrices luchan contra ese paradigma.

Las primeras damas tenían un salario alto, representaban papeles principales, llegaban a ser “administradoras de teatro”, rompiendo el esquema de que las mujeres no podían trascender; lo cual ocurrió también en otros ámbitos como el arte, las técnicas, los oficios y las actividades intelectuales, desterrando el mito de que “la mujer sólo sirve para procrear, cuidar el hogar o ser monjas”.

Las titiriteras, cómicas, maromeras y volantineras trabajaban en una casa de comedias y maromas instalada en las calles, eran oficios que se trasmitían por generaciones y lógicamente eran “visto como algo escandaloso”.

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