Gloria Caporal

Fui estudiante del plantel Oriente y ahora soy docente del Taller de Comunicación. Pisé por primera vez el Colegio en 1984, han pasado 37 años y sigo aprendiendo. Oriente fue la puerta de entrada a la licenciatura, luego al posgrado y al mundo laboral también.

No es el 1984 de George Orwell, es el año con el cual inicia mi número de cuenta. Veía la escuela grande y hermosa, aun cuando las instalaciones tenían 12 años de vida. Me sentía en un mundo diferente por el plan de estudios y la manera en como los docentes enseñaban: pocas horas de clase, cuatro turnos, lecturas y más lecturas, investigación en una enorme biblioteca, actividades en un completo laboratorio con un excelente profesor de Física.

Sobre todo, nunca había estudiado el pasado de la sociedad como se hacía en la clase de Historia, ¿cómo entender el materialismo histórico? No había escuchado hablar de él. En honor a la verdad no entendía esa materia, pero fue el inicio de la formación de la joven “revolucionaria”, quien empezó a cuestionar el orden establecido, la explotación de la clase proletaria; aún más, iniciaba la rebelión contra el lugar que las familias tradicionalistas nos habían asignado a las mujeres.

Año 1986, para mí, el último semestre de bachillerato. Inició un movimiento estudiantil. En clase leíamos el documento “Fortalezas y debilidades de la Universidad Nacional”, mis compañeros y yo pasábamos a los salones a informar de las implicaciones de esa propuesta, había mucho activismo, pero sólo viví allí el comienzo de este conflicto. En mi transitar por esta escuela fui adquiriendo la “conciencia de clase”, la cual me encaminó a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales a estudiar Comunicación.

Estaba por titularme cuando presenté examen para dar clases en el CCH. Mi asignatura se llamaba Ciencias de la Comunicación, también impartía Taller de Redacción. No tenía mucho tiempo para la docencia. Mi actividad, la radio comunitaria, era prioritaria. Pero nunca dejé el CCH. Aunque estaba pocas horas frente a grupo, participaba en la elaboración de material, presentaba ponencias. Así, estoy a punto de cumplir 30 años de antigüedad en el Colegio.

El cambio es lo constante y permanente, cada día nos enfrentamos a retos que nos obligan a seguir aprendiendo, aunque debe prevalecer lo mejor de las personas y las instituciones. Así le sucede al CCH: ha actualizado su plan de estudios, su comunidad se ha transformado, pero la sustancia, lo más valioso de su Modelo sigue vigente y vigoroso. Soy Gloria y soy doblemente cecehachera, porque fui estudiante y ahora soy profesora: eso nunca se quita porque es parte de mi identidad.

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