Fue en Tel Aviv, un 7 de agosto de 1974, a causa de un accidente, que murió Rosario Castellanos Figueroa, una de las escritoras mexicanas más destacadas a nivel internacional.
Balún Canan, Ciudad Real y Oficio de tinieblas son algunos de sus libros destacados.
Novelista, cuentista, dramaturga, poeta y periodista. Castellanos participó de todos los géneros literarios con éxito, acaso sea como narradora donde más destacó. Creo, también, que su faceta como ensayista es de enorme mérito; dedicó la mayoría de su creación reflexiva a hablar sobre feminismo, ejemplo de ellos son Mujer que sabe latín, Declaración de fe. Reflexiones sobre la situación de la mujer en México y Sobre cultura femenina.
En esta colaboración me centraré en la otra de sus facetas como escritora: la poesía. Rosario Castellano legó un puñado de poemas que formarán parte de cualquier antología de poesía mexicana. Por ejemplo (y el que considero el más destacado y logrado de los suyos), Lamentación de Dido.
Tal es el relato de mis hechos. Dido mi nombre. Destinos
como el mío se han pronunciado desde la antigüedad
con palabras hermosas y nobilísimas.
Mi cifra se grabó en la corteza del árbol enorme de las
tradiciones.
Y cada primavera, cuando el árbol retoña,
es mi espíritu, no el viento sin historia, es mi espíritu
el que estremece y el que hace cantar su follaje.
La poesía de Castellanos se caracteriza por la soledad, el amor y la muerte. En su poema siempre existe el amor desolado o la soledad amorosa. La mujer enfrenta un desafío de su propia existencia.
A través de esta búsqueda, la poeta se encuentra a sí misma, descubre y confronta ante el espejo. Entrar en su universo de poética es sumergirse en una oleada solitaria.
No es posible sino soñar, morir,
soñar que no morimos,
y, a veces, un instante, despertar.
[…]
Una mujer camina por un camino estéril
rumbo al más desolado y tremendo crepúsculo.
Una mujer se queda tirada como piedra
en medio de un desierto
o se apaga o se enfría como un remoto fuego.
Una mujer se ahoga lentamente
en un pantano de saliva amarga.
Quien la mira no puede acercarle ni una esponja
con vinagre, ni un frasco de veneno, ni un apretado y doloroso puño.
Una mujer se llama soledad.
Se llamará locura.
Sin duda, la relectura de Rosario Castellanos nos permitirá forjar una sensibilidad poética. Una excelente opción para entrar a su confín es Cartas a Ricardo, recién publicado en la Colección Vindictas de la UNAM, un epistolario de la escritora con el filósofo Ricardo Guerra, con quien estuvo casada.