Luisa Fernanda Milchorena

Hace dos años recibí la noticia de que ya formaba parte de la máxima casa de estudios del país. Ser aceptada en el plantel Azcapotzalco fue una de las experiencias que más han impactado en mi vida, pues me permitiría no sólo realizar mi bachillerato sino tener proyección profesional. Desde el momento en que pisé sus instalaciones sentí un verdadero cambio. Era evidente que vendrían tiempos de gran renovación, pues no era lo mismo estar en la secundaria que tener frente a mí toda la magnificencia que implica el CCH, y sus casi 50 años de historia… de historias que retumban en sus aulas, jardines, pasillos, en sus cinco planteles.

Tener la oportunidad de combinar mis clases curriculares con otras actividades que me gustan y me forman es una experiencia increíble. Recuerdo cómo en segundo semestre participaba en el Taller de Canto y en acondicionamiento físico, lo cual me ayudaba a tranquilizar el estrés provocado por las actividades escolares. Hasta eso es interesante, pues estar en un constante aprendizaje a través de las prácticas en los laboratorios o en las distintas asignaturas que implican poner en juego el Modelo Educativo del CCH, es un reto que te hace dar el máximo, pero que es una maravilla, pues, al momento de abordar nuevos temas, analizarlos y relacionarlos con los otros aprendizajes y descubrir que ahora sabes un poco más que antes gracias a ese esfuerzo, te da una gran satisfacción.

Nadie ha dicho que sea sencillo estar en constante investigación y búsqueda del conocimiento; esto me ha ayudado a crecer en lo académico y en lo personal. Estudiar, compartir, discutir y reafirmar los temas con mis amigos y los profesores es una parte esencial de mi vida; entrar a la biblioteca o al centro de cómputo y buscar información, trabajar en equipo y preparar las actividades es parte del espíritu cecehachero.

Actualmente, por la pandemia algunas actividades se vuelven frías y es tedioso estar todo el día frente a la computadora, pero sé que detrás de ello está el camino para lograr mis metas. Gracias a las clases virtuales estoy aprendiendo a ser más empática y tolerante, y a reconocer que hay problemas cuyo control se sale de mis manos.

Estoy feliz de pertenecer a esta comunidad universitaria, la cual día con día contribuye a mi formación, crecimiento y construcción, ya sea a través de un taller, un curso o un programa, siempre hay algo nuevo que aprender. Sabía que algo había cambiado desde el primer momento en que pisé el CCH, mi CCH Azcapo. Hoy soy una cecehachera, orgullosa universitaria; simplemente gracias por estar ayudando a convertirme en la persona que siempre he querido ser.

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