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¿De qué están hechos los sueños?

La producción de la película se retrasó por años, pero una vez en salas no fue aceptada

¿De qué están hechos los sueños?
La producción de la película se retrasó por años, pero una vez en salas no fue aceptada

Tras su estreno en Cannes, la más reciente entrega del director Francis Ford Coppola causó gran controversia; mucho se habló de la baja calidad del diseño de producción, efectos visuales, fotografía y un elenco e historia inconsistentes. Así, Megalópolis pasó por cines y el veredicto pareció unánime, apuntando a una película extrañamente más que mala, fea.

El proyecto fue la gran pasión de su director por más de tres décadas. Se reportó la escritura de un primer guion desde la década de los ochenta. Sin embargo, Coppola tuvo que aplazar el proyecto para saldar sus deudas, para lo cual realizó Drácula, de Bram Stoker (1992), Jack (1996) y The Rainmaker (1997).

El proyecto estaba listo para despegar en 2001, cuando comenzaron las lecturas de mesa con Russell Crowe, Robert de Niro, Leonardo DiCaprio, Nicolas Cage, Paul Newman, Kevin Spacey, James Gandolfini, Edie Falco y Uma Thurman, por mencionar algunos. No obstante, la tragedia del 11-S pausó la producción.

Hubo que esperar 18 años para que se retomara el proyecto en un proceso que contempló a Oscar Isaac, Forest Whitaker, Cate Blanchett, Zendaya, Michelle Pfeiffer, entre otros, hasta consolidar el elenco final en 2022.

Tras ver la luz, el filme enfrentaría un nuevo problema: su distribución. Al parecer, la versión proyectada en Cannes no es la misma que llegó a cines, incluso ambas difieren de la versión digital.

Hablemos del corte digital (creo) de la película. Primeramente, no es ninguna sorpresa su fracaso. El filme excluye de su esencia cualquier forma de narrativa convencional, siendo más conceptual en su lugar.

Sí, los efectos visuales y el vestuario resultan pintorescos. No considero así, el diseño de producción. Las actuaciones son insuperables para cada miembro del elenco. La cinta posee una lírica visual y verbal de cautivante belleza. No obstante, pierde dirección y la recupera a momentos.

Parece no decidirse entre el lirismo y la narrativa, enfoque de cada mitad del filme respectivamente. Ese, en mi opinión, es el mayor pecado de su ejecución.

Perfectamente hubiera podido enfocarse en su protagonista, Caesar Catilina (Adam Driver) y contarnos su historia, que resulta intrigante, o bien, enfocarse en la poética del concepto del filme sobre la delgada línea entre utopía y distopía.

El final termina por enterrar un excepcional experimento, demostrando la indecisión de su escritor y realizador sobre el tipo de película que hacen. Similar a una moraleja, el desenlace va en contra del pronóstico de cualquier espectador.   

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