¡Viernes, teatro, acción!

La calle de la gran ocasión

Exploran la teatralidad de Luisa Josefina Hernández

La calle de la gran ocasión
Exploran la teatralidad de Luisa Josefina Hernández

¡Viernes, teatro, acción! retomó actividades con la lectura de fragmentos de la obra La calle de la gran ocasión, de la mexicana Luisa Josefina Hernández, evento organizado por la compañía de Teatro Isla de Próspero del Colegio de Ciencias y Humanidades, como parte del homenaje que se le realiza a la dramaturga mexicana, quien acaba de cumplir 93 años.

El profesor Juan Alberto Alejos recordó que “se trata de una dramaturga imprescindible para la escena internacional, por ello conmemoramos su natalicio con esta obra que, como otras, es breve, pero dentro de ellas están contenidas una serie de situaciones, de caracteres, de vicios, de anécdotas que, en algún momento, la escritora escuchó o intuyó”.

Con los acordes de la canción Sin ti, que hiciera popular el trío Los Panchos, inició la lectura dramatizada a distancia, con una borracha que da la bienvenida al espectador y les advierte que pasar por esa calle es obtener un boleto a la inmortalidad.

“Bienvenidos a mi calle, por aquí ha pasado de todo, gente de familia, de la Universidad, de los negocios, del CCH… creo que te he visto pasar a ti, todo el que pasa por estos rumbos está condenado a la inmortalidad, porque quien se atraviesa por aquí queda retratado para siempre, claro, con su forma de ser y sus dificultades, bienvenidos a la calle de la gran ocasión, miren ahí vienen Eva y Antonio”, anuncia.

Desde otra transmisión aparece Eva, quien sacude una habitación, y Antonio, quien la llama por teléfono para tratar de convencerla de pasar la tarde juntos en un lugar donde nadie los interrumpa, un lugar de cuatro letras, que le pide adivinar. Después de varios intentos, Eva desespera y le pide que le diga ya, porque los van a escuchar, cuando le dice que a un hotel, molesta le contesta “voy a colgar porque no pienso perder el tiempo con un hombre que ha ido tan pocas veces al hotel, que no sabe que se escribe con h, adiós”.

Aparece de nuevo la borracha para contar otra anécdota y dar paso a la llegada de Débora y Matiana, quienes inician una discusión, cuando la segunda le dice a la primera, que ni se le ocurra buscar a sus tres hijas que ya se casaron, y el varón estudia Química en la capital. Matiana jalonea a Débora y le reclama que se los haya dejado a doña Tula y a ella, sin considerar todo lo que se enfermaron.

Débora le dice que antes de dejarles a sus hijos, ellas eran unas buenas para nada, “viuda y solterona las puse a coser pañales, porque si no, quién sabe dónde hubieran acabado, por otro lado encontré con quien casarme, no pensé que fueras tan ingrata”.

“Así es esto, queridos, en mi calle todos quedan desnudos, por eso no olviden lo que decía el buen Eurípides: los dioses enloquecen primero a los que quieren perder”, afirma la borracha, para dar paso a la siguiente escena, ahora con Delia y una Loca, quienes coinciden en un vagón del Metro y entablan un diálogo sui generis, en el que acaban siendo madre e hija.

Aunque las frases parecen inconexas se van hilando y al final casi se puede ver el vínculo entre ambas mujeres. Delia suspira resignada ante el parentezco y al preguntarle su dirección vuelven a presentarse hechos inconexos.  Al final de otra breve charla en la que Delia intenta desaparecer, la Loca asegura: “Estoy muy contenta porque tenemos todos los días del año para pasear juntas, los cines, las calles, los parques, eso tiene que ser la felicidad, no hay que recordar dónde vivimos y quiénes somos, ni a dónde vamos, ni siquiera quiénes fueron nuestros padres, esto es la felicidad”. 

La borracha fue interpretada por Alexa Martínez; Eva fue Fernanda Ammi; a Antonio lo personificó Franz Hofweber; el papel de Débora lo desarrolló Tania Cruz; Matiana fue Viridiana García; a Delia la leyó Hanny Rosales, y a La Loca Abril Gaeta; en vestuario, Gerardo Mendes.

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