Quienes nos dedicamos al doble oficio de la escritura en México, el periodismo y la literatura, una figura central e ineludible es Vicente Leñero (1933-2014).
Novelista, cuentista, dramaturgo y guionista, poco a poco se convirtió en una voz muy sólida dentro de la narrativa mexicana. Sus novelas Los albañiles, Estudio Q, El garabato o El evangelio de Lucas Gavilán; sus libretos La carpa, La mudanza, la adaptación al teatro de Los albañiles; sus guiones cinematográficos, El Crimen del padre Amaro o, acaso el más logrado,el más logrado, El callejón de los milagros, lo posicionan como un autor fundamental.
Dentro del periodismo, siempre figurará como uno de los periodistas insignia de aquel Excélsior dirigido por Julio Scherer García. Además, habría que mencionar tres títulos esenciales: Asesinato, la crónica sobre el crimen de los Flores Izquierdo; Manual de periodismo, ya casi un libro de texto del periodismo; Talacha periodística, una sabrosa recopilación de textos en el área.
Tuve la oportunidad de platicar con él hace varios años. Todo lo que me contó me sirvió de experiencia. Un hombre con una voz nasal y cronista, siempre cronista, dio un repaso por su vida, con una palabra tan ágil como la pluma que escribió cientos de textos para Excélsior y después para Proceso.
Por ejemplo, recordó su amistad con Julio, con José Emilio Pacheco y Carlos Fuentes, quien animó para que Los albañiles ganara el Premio Biblioteca Breve en 1963, y que este año cumple los sesenta.
El tema al que regresé en la charla, una y otra vez, fue ese libro fundacional, al menos para mí, dentro de la crónica: Asesinato. Para cualquier alumno que desee estudiar periodismo es necesario leerlo.
Leñero me contó sobre su proceso de investigación, las trabas a las que se enfrentó, como la recopilación de información, la dificultad para entrevistas a ciertos personajes, como lo fue el mismo Gilberto Flores Alavez, presunto asesino de sus abuelos: el exgobernador de Nayarit, Gilberto Flores Muñoz, y la escritora Asunción Izquierdo (firmaba como Ana Mairena y de quien vale mucho leer la novela Los extraordinarios).
Como estudiante de periodismo, lo cuestioné sobre la talacha, y me respondió con la típica frase, a decir de él, repetía una y otra vez Julio: “chíngale, hermanito, chíngale”. Leñero me dijo que el periodista debe tener los ojos abierto todo el tiempo, leer los diarios, escuchar, ser irreverente, valiente, arriesgado, sólo así se consiguen las exclusivas.
El autor de Los periodistas reconoció que el periodismo que le tocó vivir (y en el que ayudó a forjar escuela) y el de hoy es el mismo, aunque han cambiado las herramientas. Una nota siempre es una nota, una exclusiva siempre será una exclusiva: la habilidad del reportero sólo se hace en la práctica, en la redacción, con las fuentes adecuadas, escribiendo y borrando.
Como escritor de ficción, considero que es la dramaturgia el escenario donde se encuentra al mejor Leñero: su agilidad para crear acción y tensión a través de los diálogos es extraordinaria. La oralidad de sus personajes, como es el caso de Los albañiles, taladra el lenguaje y lo fisura para crear su propia esencia.
Quizá, y para seguir en la ficción, su obra más experimental sea El garabato, que como su nombre lo indica, es una especie de laberinto, un dibujo a mano alzada que pierde el hilo y crear otras realidades.
Un lector de teatro, del género negro, sobre todo novela policiaca, Vicente Leñero contribuyó a la formación de nuevos periodistas, dramaturgos y novelistas. Un hombre muy afable, cordial y memorioso.
Este 2023, Vicente Leñero hubiera llegado a los 90 años de vida. Sin duda, para la comunidad del CCH sería primordial acercarse a su obra, revalorarla, releerla, adentrarse en los universos literarios y cinematográficos que inventó o reinventó el escritor nacido en Guadalajara.
