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Sienten orgullo de pertenencia

Para Jorge Antonio Pérez, el CCH fue un refugio, una segunda casa; hoy su hijo Jorge Arath comparte esa emoción a pesar de las clases a distancia

Sienten orgullo de pertenencia
Para Jorge Antonio Pérez, el CCH fue un refugio, una segunda casa; hoy su hijo Jorge Arath comparte esa emoción a pesar de las clases a distancia

Son padre e hijo. Ambos cecehacheros. Ambos del plantel Azcapotzalco y satisfechos de pertenecer a este bachillerato universitario que cumple 50 años sin perder de vista su principal misión: fomentar en sus estudiantes el principio “aprender a aprender”, que ha sido la clave del desarrollo académico de la comunidad del Colegio de Ciencias y Humanidades.

Perteneciente a la generación 1982, Jorge Antonio Pérez Valencia es un orgulloso egresado del plantel

Azcapotzalco. A casi cuatro décadas de distancia, recuerda con cariño y nostalgia aquel diciembre de 1983 en el que los alumnos de tercer y quinto semestres decoraban los árboles de la escuela con materiales reciclados, pues no podían darse el lujo de comprar esferas o series de luces nuevas. Así, cumplieron con el propósito de no gastar dinero en adornos navideños, “pese al inicio del llamado neoliberalismo” que fomentaba el consumo comercial.

Poco a poco, el plantel Azcapotzalco se convirtió en un refugio para Jorge, un lugar en el que podía ser él mismo. Y, pese a que estudiaba en el cuarto turno, es decir, por la tarde-noche, él llegaba a la una de la tarde para jugar baloncesto y frontón, y sobre todo continuar estudiando en la biblioteca previo a sus clases. En ese sentido, siente que fue muy provechoso el tiempo que invirtió.

Durante su estancia en el bachillerato universitario, Jorge Antonio, quien hoy se desempeña como profesor de Español, hizo grandes amigos, vivió amores, experimentó triunfos y sufrió tropiezos. Y también destaca a sus grandes maestros, como Escalante, de Matemáticas, “con el que sólo podías acreditar con una calificación superior a siete”; o Enrique Ruiz, de Comunicación, famoso por completar su horario de clase de manera estricta. De igual manera, recuerda al joven maestro Felipe, de Taller de Lectura y Redacción, con quien leyó libros como Fahrenheit 451, del novelista estadounidense Ray Bradbury, y Para leer al Pato Donald, de Ariel Dorfman (argentino-chileno) y Armand Mattelart. Son títulos que continúa apreciando y recomendando.

Hoy, su hijo Jorge Arath Pérez Guzmán, de reciente ingreso, reconoce el gran esfuerzo realizado para entrar al CCH. De hecho, el plantel Azcapotzalco fue su primera opción, así que Arath sorprendió con un grito de alegría a su papá al saberse merecedor de un lugar en la UNAM. De igual manera, su papá mostró más emoción que la que sintió en 1982, cuando él alcanzó su lugar.

De momento, el joven cecehachero comparte su buena experiencia en línea, debido a la impartición de clases a distancia por la pandenia, y aunque todavía no conoce el plantel, él siente que está ahí, en la misma escuela que formó a su padre.

Sin asomo de duda, Jorge Antonio dice haber vivido en el CCH los mejores años de su vida y espera lo mismo para Arath. “No puedo menos que sentirme agradecido con la vida, pues mi hijo ya es un cecehachero también y forma parte de la mejor universidad de Iberoamérica. Felices cincuenta años mi querido CCH, y que sean muchísimos más. ¡Goooya!”, finalizó.

 

“No puedo menos que sentirme agradecido con la vida, pues mi hijo ya es un cecehachero también.”

Jorge Antonio Pérez Valencia

Plantel AZCAPOTZALCO

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