Leer es un asunto peligroso

Área Histórico-Social

Da claridad, gozo estético y compañía emocional

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Da claridad, gozo estético y compañía emocional

Aún recuerdo la ocasión en que la profesora de Literatura me reprendió por haber prestado mi cuaderno de notas a un compañero para que aprobara la materia. La sanción: a cada nota obtenida en el curso le reduciría dos puntos y, además, tendría que leer Madame Bovary. Asumí estoicamente mea culpa. En ese momento, lo único que pasaba por mi cabeza era en el plazo, que resultaba imposible: tenía apenas unas semanas para enfrentar una novela de 400 páginas. Aquel hecho significó mi ingreso a la lectura. Así me enseñaron a leer: a palos.

Aquella experiencia afianzó en mí la idea de que la lectura no es asunto de imposición. Nada más desastroso que tener que leer como una obligación extraña a nosotros. Desgraciadamente, sucede. Los jóvenes, hoy en día, piensan que los libros no son vida, que en ellos se expresan las voces de los padres, la escuela y la sociedad y, precisamente, por ello, son fastidiosos. La lectura, suele escucharse, es sinónimo de aburrida, extraña y solemne.

Para contrarrestar lo anterior, suele haber una campaña publicitaria permanente que dicen que seremos mejores personas si leemos. Tanto repetir que hay que leer suele vacunar contra la lectura. Toda la demagogia en torno a ella parece que ha equivocado sus maneras. En la desesperación por promoverla se han librado enormes batallas inútiles. Nadie se ha percatado de que el deseo por contagiar el gusto por la lectura sólo se puede librar lentamente, en una lucha más parecida a la seducción que se da entre dos personas.

En ocasiones es suficiente con que alguien, en el transporte o en el camellón, traiga un libro bajo el brazo o cite a Laura Avellaneda, de La Tregua, de Benedetti; El Lobo estepario, de Herman Hesse, o “Los Enamorados”, de Jaime Sabines, para que nos entreguemos a la tarea de buscar la lectura.

Entre las diversas maneras de fomentar la lectura, la más eficaz es la emulación. Padres que leen engendrarán niños lectores, a partir del ejemplo es como nacerá el interés en los jóvenes por la lectura y no, precisamente, a partir de la amonestación y el castigo.

El contagio entra por la vía del afecto, de la pasión que el maestro transmita sobre el valor de una lectura. El filósofo Jean Paul Sartre opinaba que el deseo de leer es el deseo de violar lo oscuro, el deseo de poseer un secreto. ¿A qué se refiere con eso de violar lo oscuro? ¿Qué importancia tiene el poseer un secreto? Sartre decía que el hombre elige su camino, para lo cual tiene que enfrenar un mundo que lo perturba y resulta demasiado estrecho para sus deseos.

Leemos porque nos sobra algo o porque nos falta algo. Tenemos sed de ampliar nuestros horizontes, una pulsión por superar los contornos de nuestra existencia condicionada por un tiempo y un espacio específico. Leemos, pues, por inconformes.

Leer es un asunto peligroso, no porque proporcioné información precisamente, sino porque aguza nuestra sensibilidad e inteligencia. Leer no es un acto inocuo pues da claridad, gozo estético y compañía emocional. La lectura puede formarnos y transformarnos, o como dice M. Petit: leer permite al lector, en ocasiones, descifrar su propia experiencia. (*) Profesor del plantel Vallejo. 

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