Historias de Joseph von Eichendorff

Historias de Joseph von Eichendorff

El libro tiene cuentos y dos novelas cortas

Historias de Joseph von Eichendorff
El libro tiene cuentos y dos novelas cortas

Tengo un jardín con cactus color rojo, blanco y naranja, además de verde; son injertos que viven sobre un mueble blanco bajo una ventana. Hay también una serpiente emplumada de papel, además de pequeñas cruces de plata con advertencias y un espejo de cobre diminuto.

Mi Virgen de Guadalupe observa a los objetos y plantas; ella es plácida, ella es tierna. En las pupilas de la estatua morena veo al sistema solar girando; mi abuela Trinidad me llevó desde pequeña a las procesiones a verla y tocarla. Para llegar a la iglesia pasábamos junto a un pantano grande con un muro de plantas de terciopelo café.

Me veía caminando en ese paisaje suave como uno de los personajes cuando leía Caperucita Roja o Hansel y Gretel. Estaba perdida. Para mí, las plantas son mi casa, aunque entiendo que sus perfumes pueden sumirte en un sueño pesado. Si estás el suficiente tiempo con ellas, escuchas su voz como un susurro, el sonido es una caricia de aire.

El olor del copal en las iglesias y las procesiones me produce una deliciosa melancolía, esa que proviene de sufrir, descubrir y gozar, como con la lectura de los relatos del alemán Eichendorff, escritor romántico conservador del siglo XIX, que tiene poemas y novelas extraordinarios y también cuentos largos con historias complejas, en las que el cuerpo, lo político, lo mítico y la naturaleza son el centro de dramas que ocurren en el pasado.

Por ejemplo, “Una expedición marítima” es un acercamiento al nuevo mundo y ocurre en 1540. Eichendorff es un paisajista minucioso, pensar su escritura en El castillo Durande y otras narraciones es ver el color verde palpitar en textos poblados de diosas antiguas, caballeros sufrientes y damas blancas, distantes y desconfiadas.

El libro contiene varios cuentos y dos novelas cortas, aunque el alemán produce, como afirma Miguel Vedda: “una forma mixta entre la novela corta y el cuento maravilloso”. Hay varios ejemplos de este tipo de textos: Poe, James, Maupassant, Hernández. Aura, de Fuentes, es un texto de esta misma naturaleza: un relato.

El castillo Durande relata el amor trágico entre un conde joven y una mujer del pueblo. Éste y la mayoría de los textos del libro ocurren en castillos rodeados de bosque, lo que provoca atmósferas de ensueño como en los cuentos de hadas.

El gran tema de la compilación es la fascinación que ejercen las mujeres en los protagonistas masculinos. Las féminas de Eichendorff son siempre puertas vivas, hasta en sus últimos diálogos o apariciones dejan ver una ambigüedad en la supuesta entrega al hombre. Hay muchos triángulos amorosos.

El ser amado y su naturaleza oscura, casi vampírica, está en relatos como “La estatua de mármol”. Hay los hombres tan obsesionados con las mujeres estatuas, las mujeres muñecas, las bellas vacías.

Los personajes masculinos de Eichendorff exigen a la mujer características celestiales: sólo lo divino, en comunión con la naturaleza y el arte, parece digno de ser amado.

La mayoría de los personajes del libro tienen a sus réplicas dentro de la diégesis, tal es el caso de Venus y de Bianca en “La estatua de mármol”, Bianca, al final del relato, mira a Florio con “alegría incierta y reprimida”, pues quizá sospecha la triangulación del deseo.

Así, Venus con su belleza y misterio otorga a Florio una visión sexualizada del mundo, que Florio interpreta como manifestación celestial en Bianca. Las mujeres deben ser vírgenes inmaculadas, diosas de pies ligeros.

El jardín de la ventana desea a través de mí. Yo la que lee y escribe vio extensiones enormes de bosque infestadas de especies animales y vegetales. La serpiente emplumada de papel surca el lago de lodo salpicado de luces que flotan sobre los espejos.

Despierto y llueve fino. El último rayo de luz toca mi piel morena.

No puedo moverme.

Soy una estatua religiosa, raíz cósmica sobre un mueble blanco.

La mujer que escribe pone una veladora a mis pies con niño y luna; y suspira mientras se acaricia el pelo y reza. 

Eichendorff, J.V. (2016). El castillo Durande y otras narraciones. Gorla.

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