Dentro de la tradición poética de nuestro país, pocos poetas son referente de sus pares, ya sean contemporáneos o posteriores, como lo es Ramón López Velarde (Zacatecas, 1888- Ciudad de México, 1921). Muerto a los 33 (edad de los gemelos, como geminiano fue Velarde), el jerezano ha sido piedra angular de la poesía moderna en nuestro país, acaso el autor más influyente, después de Octavio Paz, en nuestra poesía.
Tan es así, que el mismo Paz pareciera reescribir a Velarde. Mientras el autor de La sueva patria escribe:
Familia: un taller de sufrimiento,
una fuente de desgracia,
un vivero de infortunio
Octavio Paz reinventa en Pasado en claro:
Familias, criadero de alacranes,
como a los perros dan con la pitanza
vidrio molido, nos alimentan con sus odios
y la ambición dudosa de ser alguien
No es gratuito que el mismo Octavio Paz recree la obra de López Velarde o que el mismo Borges lo considerara uno de los poetas más interesantes de nuestra lengua. Con la publicación de Zozobra en la colección Textos en Rotación, los alumnos del Colegio de Ciencias y Humanidades tienen el libro más terminado del autor.
A la mitad de ser una declaración amorosa, sobre todo por un nuevo amor, y evocación de la infancia, Zozobra muestra una estrucutura de evolución en cada uno de sus poemas.
Con una voz muy personal, que regularmente va hacia la prosa, Velarde encontró una manera genuina y original, poco común en su tiempo, de nombrar las cosas. Sobre todo, cuando su pulso devanea con el mundo infantil, lo que logra que alcance momentos luminosos y enigmáticos. De los anterior, quiero citar “La niña del retrato”:
[…]
La niña del retrato
se puso seria, y se veló su frente,
y endureció los dos ojos profundos,
como una migajita de otros mundos
que caída en brumoso interinato,
toda la angustia sublunar presiente
Sin duda, Zozobra es una indagación del ser mismo del poeta. Creo que este libro es el de mayores alcances no sólo de Velarde, sino de la poesía mexicana. El sujeto poético se desdobla en un intenso amor, no etéreo, pero sí hecho de filigranas de aire y hundirse en los pozos más profundos.
Ese amor y esa hondura, ese andar entre la liturgia y el lupanar, tiene cabida en el hermosos poema Día 13, el cual se asemeja, a voces y a veces, a uno de mis predilectos de Velarde, Mi prima Agueda. Cito Día 13:
Mi corazón retrógrado
ama desde hoy la temerosa fecha
en que surgiste con aquel vestido
de luto y aquel rostro de ebriedad.
Día 13 en que el filo de tu rostro
llevaba la embriaguez como un relámpago
y en que tus lúgubres arreos daban
una luz que cegaba al sol de agosto,
así como se nubla el sol ficticio
en las decoraciones
de los Calvarios de los Viernes Santos.
Para los alumnos y profesores del Colegio de Ciencias y Humanidades es fundamental contar con materiales extracurriculares como estos para consolidar y ampliar la formación lectora entre la comunidad.