Filosofía

La verdad consigo misma/o

A los individuos les falta reflexionar sobre su alma

La verdad consigo misma/o
A los individuos les falta reflexionar sobre su alma

La autenticidad es una virtud filosófica. Como dice el filósofo Brenifier, consiste en la actitud de ser honesto con uno mismo/a y radica en la sinceridad con lo que uno elige. La persona auténtica es sincera y, entonces, puede uno confiar en ella. Es una persona que actúa de corazón.

La autenticidad reside en la actitud del individuo que no es un ser complaciente con los demás, es decir, cuando no tiene que actuar para dar gusto a los otros.

Dice Brenifier que se entiende esta virtud cuando se actúa desde la conciencia individual, con total transparencia —escribía Sartre— y sostenía que desde la acción individual nos volvemos soberanos; sin embargo, habrá quien se escandalice con tanta transparencia, porque ve brillar un ser auténtico que elige no mentir.

Se puede sostener que muchas personas opacan y ocultan su propia verdad para seguir las normas de los demás y ser aceptados.

Ser sujeto individual en la tesis de Sartre significa que mi conciencia me permite sostener la dignidad, me conduce a ser un individuo con una moral auténtica, verdadera, sincera, pues existe un afán de transparencia.

La autenticidad también la fundamenta el filósofo danés S. Kierkegaard, para quien la verdad solo puede ser subjetiva; él señala que la verdad que expresa una persona auténtica la hace ser una persona verdadera.

Ser verdadero, explica Brenifier, significa que la persona asume como suyo su discurso, que reconoce que su actitud es una elección individual y es valiente en asumir su actitud como propia, con todas las consecuencias que se derivan de sus decisiones. Y por lo general puede ser vista como rebelde.

Brenifier habla de un “instinto de verdad”, es decir, es algo muy certero y profundo, el acto de decir mi verdad frente a los demás, soy capaz de asumir mis errores y los riesgos por sostenerla.

También Foucault se ocupa del tema hablando de la verdad como “coraje de la verdad”.

Kierkegaard señala que la existencia tiene que ver con la actitud que tomamos de forma individual.

El término individual no es algo que tenga que ver con egoísmo; asumirme como individuo es la única forma en la que puedo expresar mi propio ser.

La acción individual no puede ser explicada con conceptos o razones, ya que señala Kierkegaard, el individuo decide en el momento en que se cuestiona acerca del sistema social, se pregunta acerca de las normas, si acepta o no las reglas sociales y toma su decisión.

Kierkegaard explica la existencia individual de una manera espiritual y esto aparece cuando su conciencia se da cuenta de que su propia existencia es algo infinito.

Kierkegaard habla de la autenticidad, porque el individuo elige lo que su corazón prefiere cuando adquiere conciencia y se vuelve un ser transparente con su acción, es decir, su acto transparenta el valor que elige.

Tiene que ver con la honestidad con que el individuo asume su existencia; por ejemplo, si decide dejar a su novia porque la vio besar a otro joven, tiene que ser sincero con sus sentimientos y darse cuenta de que su sensibilidad no puede ser traicionada y prefiere sufrir de amor, que dejar que su novia lo engañe.

Kierkegaard critica al hombre moderno porque ha olvidado ocuparse de su alma, porque no es un ser espiritual y cree vivir seguro adaptándose a las normas sociales y a la moral “común”; con esto va olvidando la voz de su alma y va perdiendo autenticidad.

El hombre y la mujer moderna han sido masificados, porque ya no contemplan a su propia conciencia.

A las personas les falta reflexionar sobre su alma y tener sinceridad consigo misma/o. Les falta abordar la verdad de su propia existencia y, por ello, no son seres auténticos.

Kierkegaard, entonces, abre un mundo luminoso, pues al descubrir la propia conciencia es posible estar en paz.

Lo contrario pasa con el ser humano mundano, dice Kierkegaard, es un “mono de imitación”, pues no lleva ninguna reflexión a cabo y nunca se atreve a ser (sí mismo). Se calla sus propias ideas por estar en la vida cómoda en que no se cuestiona nada y acepta todo lo que viene del exterior sin reflexionar.

El sujeto de la filosofía existencialista actúa por convicciones, que es esa creencia que habita en lo más profundo de su ser. Pero este mundo de convicciones no tiene una explicación racionalista, pues la vida se capta por los sentimientos, por las creencias más profundas y se llevan a cabo en saltos existenciales.

Entonces, en la filosofía de Kierkegaard, se usa una lógica viviente, ya que al igual que Sócrates quien señala que hay que cuidar el alma, ésta posee la verdad de cada singularidad, y entonces cada uno vive su propia verdad.

La verdad personal, en el sistema de Kierkegaard, es romántica, pues se vive de acuerdo con los sentimientos, busca la imaginación de su propia vivencia y esta se demarca por la búsqueda de la voz de su alma.

La verdad vital existencialista posee un pensamiento radial, es su conciencia aunada a sus sentimientos, a un pensamiento que puede razonar, pero lo hace de forma prudente y usa la imaginación y la sensibilidad romántica.

Lo valioso de la actitud auténtica es que el individuo acepta que él o ella es el autor incontestable de sus actos, que los eligió y se muestra sincero en decir a los demás “soy así, porque lo elegí, siguiendo mi voz íntima”.

 

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