Manoj Night Shyamalan es de esos realizadores que destaca por sus grandes y creativos conceptos. Es fácil voltear a ver su filmografía para darse cuenta de que se arriesga y busca impactar en el espectador, tal como pasó con El sexto sentido.
Sin embargo, su nueva entrega, La trampa, es desastrosa, pese a tener una premisa tan interesante, ya que el desde el tráiler la película se vendía como una experiencia nunca antes vista.
La historia sigue a Cooper (Josh Hartnett), quien lleva a su hija Riley (Ariel Donoghue) al concierto de la famosa cantante Raven (Saleka). En el concierto, Cooper nota una cantidad inusual de policías y fuerzas armadas y tras indagar, se entera que todo el concierto es una trampa para arrestar a El Carnicero, un asesino serial que resulta ser él mismo.
El primer acto de la película, si bien es algo inverosímil por el trabajo titánico que implicaría encontrar a una persona entre la multitud, es entretenido, trabaja bien con el suspenso, muestra una faceta interesante del asesino; además, su nivel de improvisación e ingenio es adictivo, logra posicionarse de formas impresionantes en las situaciones perfectas para escapar y su carisma le saca a flote.
Por otro lado, a partir de la segunda mitad del filme y hasta el final todo se desmorona. La situación se vuelve más y más irreal, además de tediosa por lo repetitiva que puede llegar a ser y lo difícil que resulta atrapar a El Carnicero.
Cabe destacar que durante la promoción del filme, Shyamalan declaró que la idea por la que nació la película fue la de apoyar la carrera musical de su hija, Saleka. Es importante mencionarlo porque conociendo este detalle se entiende mucho el desarrollo de la historia y, principalmente, las características que rodean al personaje de Raven.
El último tramo de la historia es tan insufrible porque su personaje intenta ser una salvadora, hace cosas inverosímiles porque se siente la desesperación de darle un shot de fama.
Por otro lado, Cooper tiene un intento soso de desarrollo de personaje, al explorar su atormentada infancia y los residuos de los traumas que vivió con su madre; sin embargo, no logra llevar al personaje a ningún punto, ni desarrollo, ni “justificación” y ni siquiera es algo que repercuta en la trama.
Lo único más o menos interesante de La trampa es cuando Cooper enfrenta la situación de combinar ambos mundos mentales: el familiar con su vida regular y el del asesino. Fuera de eso estamos ante un fracaso más de un director que puede y seguirá haciendo gran cine, aunque esta vez no es el caso. Dudas y sugerencias a: luis@cchfilmfest.com