retórica

Entre el engaño y la búsqueda de la verdad

Vital, conocer la naturaleza de las cosas con ayuda de la dialéctica

Entre el engaño y la búsqueda de la verdad
Vital, conocer la naturaleza de las cosas con ayuda de la dialéctica

Podemos encontrar en los Diálogos platónicos, con mayor precisión en el “Gorgias” y en el “Fedro”, dos caracterizaciones sobres el arte de la retórica; tenemos en un primer momento un uso inadecuado de la retórica, el cual sólo pretende engañar a los seres humanos y está alejado de la verdad. En un segundo momento nos encontramos con un uso adecuado de la retórica que busca acerca a los seres humanos a la verdad y al mejoramiento de las almas.

La retórica alejada de la verdad no proporciona ningún tipo de conocimiento y el orador no requiere de él. Este tipo de retórica carece de toda base y fundamento, no es más que una forma de adulación o de placer.

El orador no requiere conocer la verdad sobre un objeto, sino la opinión de la gente, de tal manera que este conocimiento es aparente y es de las apariencias de donde viene la persuasión, por tal motivo, en un primer momento, la retórica se define como el arte de persuadir a las personas.

Ante este tipo de retórica, Platón siempre sintió una cierta antipatía, por ello dirá que la retórica sólo puede convertirse en un verdadero arte a condición de que se apoye en el conocimiento de la verdad.

Aquello que es persuadido a través de las palabras, mediante el uso de la retórica, es el alma de las personas.

Según Platón, el alma de cada persona es distinta, pues según su teoría: las almas que al caer en un cuerpo han visto un mayor número de formas (ideas) en lo supra-celeste pertenecen a un amante del saber, es decir a un filósofo o filósofa; mientras que aquellas almas que vieron menos formas pertenecen a un tirano o tirana.

Por ello, es necesario que el orador conozca los diferentes tipos de alma, tantos tipos de alma hay como de discursos, por este motivo, Platón prefiere definir la retórica como el arte de conducir las almas a través de las palabras.

El alma es persuadida por las apariencias y no por la verdad, pero Platón ya nos había dicho que el auténtico arte de la palabra debe apoyarse en la verdad, por tal motivo, quien pretenda a hablar con el arte verdadero de la retórica debe orientarse hacia lo verosímil (lo que aparece como verdadero), lo cual implica conocer la verdad de las cosas.

Para poder hablar de algo debemos “saber qué es la cosa” y de esto se ocupa la dialéctica, la cual nos acerca a la verdad, mediante la unión y la división, el análisis y la síntesis.

Sólo aquellos que conocen la naturaleza de las cosas pueden hacer que la misma cosa y ante las mismas personas, parezcan unas veces como justas y otras veces, cuando así lo quiera, como injustas; por ello es necesario que “el orador adquiera con la ayuda de la dialéctica conceptos claros sobre las cosas” (Nietzsche).

La dialéctica permite al orador conocer la naturaleza del alma y, conforme a su naturaleza, cómo actúa y sobre qué, para con ello poder establecer los géneros de discurso y de almas, de esta forma se puede explicar porqué algunos seres humanos son persuadidos, más fácilmente, por un tipo de discurso que por otros. Sólo se ha llegado a la belleza y a la perfección del arte cuando se sabe en qué momento hablar y cuándo guardar silencio.

La retórica busca que el uso de la palabra sea bello y elocuente, y de esta forma persuadir a quién la escucha. El hecho de que un discurso sea bello no significa que esté peleado con la verdad, siguiendo a Platón, un discurso es bello y se acerca a la verdad “cuando el orador sabe lo que son las cosas o conoce su naturaleza” y, así, su intención no será engañar a quien lo escucha, sino guiar su alma hacia el descubrimiento de la verdad. 

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