El buen arte nos muestra lo difícil que es ser objetivo

Mirar a la naturaleza

El buen arte nos muestra lo difícil que es ser objetivo

Mirar a la naturaleza
El buen arte nos muestra lo difícil que es ser objetivo

La búsqueda de lo bello y lo sublime como sentimiento, y no como objetividad, ha llenado nuestra vida de goce y placer estético, pero nos ha condenado a perder realidad.

A decir de Byung Chul-Han, la pérdida de la negatividad o el estar fuera de sí ha sido un infortunio, puesto que las sociedades contemporáneas han exaltado y comercializado lo bello como lo pulimentado, lo suave y lo terso para la autocomplacencia del sujeto.

Lo bello nos salvaguarda y nos libera de la negatividad y del no ser. La estética de lo pulido resguarda al sujeto y convierte la realidad en algo placentero.

Para el filósofo surcoreano, sólo Adorno buscará la negatividad como una posibilidad de que el sujeto salga de sí y experimente lo agreste como lo Otro; como aquello que no somos y que es perfectamente inmune a todo intento de subjetivación.

En estas sociedades, la huida de lo Otro busca remediar la condición de finitud e insignificancia. ¿No habrá algo en nosotros que nos haga sentirnos impotentes ante lo Otro y querer estar “por encima de ello”? ¿Tal vez “dominarlo” y establecer una sujeción?

Para algunos, la voluntad de poder se esfuerza por demostrar que hasta lo Otro debe ser vencido por el “hombre” y convertido, como diría Kant, en un “un sentimiento de agrado unido al terror”, pero finalmente un sentimiento.

¿Por qué temer a lo Otro descomunal como la naturaleza agreste, difícil e inalcanzable? ¿Por qué tendríamos que quitarle su fuerza e impedir con ello, salir de nosotros mismos y salir de nuestra autocomplacencia?

El cuidado y excelencia técnica con la que el pintor mexicano José María Velasco representaba la naturaleza nos hace pensar en una construcción realista del paisaje y en una recreación objetiva inmune a los adjetivos y al buen gusto.

A veces miramos sus cuadros con cierta nostalgia y nos preguntamos si ese paisaje todavía existe. Me parece que hemos perdido la costumbre de salir del trajín de lo cotidiano para mirar la realidad que todavía persiste intacta y silenciosa.

Observo la obra de Alicia Zárate T. y me encuentro frente a una imagen que preserva la naturaleza como ese Otro que nos hace salir de nosotros mismos y mirar nuestras limitaciones, sin desear autocomplacernos con el paisaje y sin pensar que está puesto allí para nosotros.

Lo mismo me sorprenden tantas tonalidades de grises atrapadas por la lente, como la intensidad de la luz que hace resplandecer el cielo, las nubes, la tierra, los árboles y las piedras, sin perder realidad.

Al mirar ese breve instante de luz, imagino el sosiego que abre la toma para captar la inmensidad, la textura rugosa y agreste de las montañas; la imposibilidad de abarcarlas completamente con la mirada, y saber que aquello siempre ha estado allí, mucho antes que nosotros.

Esa naturaleza no nos implora, no nos dice algo, por el contrario, nosotros somos quienes decimos e interpretamos, pero en algún momento podemos guardar calma y entender que no nos pertenece, que no nos cuida, ni protege y que simplemente está allí con su absoluta presencia.

En cierto sentido esas fotografías, me llaman a mirar ese Otro que está allí muy por encima de nuestros deseos o fantasías, muy lejos de nuestros estados mentales.

La contemplación de esa naturaleza, sin temor y sin vértigo, mueve a traspasar la frontera de lo estético y mirar la realidad como sólo los y las artistas la pueden ver.

Estas imágenes me recuerdan algo que solía decir Iris Murdoch en relación con el arte: “El buen arte nos muestra lo difícil que es ser objetivo, mostrándonos lo distinto que el mundo parece bajo una visión objetiva”.

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