Los seis cuentos de la escritora sumergen al lector en un vacío

Laura Baeza

Los seis cuentos de la escritora sumergen al lector en un vacío

Laura Baeza
Los seis cuentos de la escritora sumergen al lector en un vacío

Finalista del VII Premio Internacional Ribera del Duero, con su más reciente libro de cuentos Una grieta en la noche (Páginas de espuma, 2022), Laura Baeza (México, 1988) ha logrado consolidar una voz ágil y con mucho oficio dentro de la literatura breve de este país.

Junto a Liliana Colanzi, ganadora del certamen, Pedro Juan Gutiérrez, el gran representante del realismo sucio literario, y las incipientes autoras Marina Closs y María José Navia, la mexicana compitió con un volumen de relatos asfixiantes y, en ciertos momentos, trepidantes en su hechura. 

“Quinto round”, “Veintidós días en la vida”, “Veladoras”, “Lady Stardust”, “Ruinas” y “Una grieta en la noche” son los seis cuentos que componen el universo de esta noche y su grieta.

La maquinaria que mueve los cuentos podría reducirse a una serie de elementos: en primera instancia, la ciudad, pues gran parte de estas narraciones acontece en urbes, la de México, en específico. La familia, a partir de las relaciones quebradas entre sus integrantes; el amor y sus múltiples conversaciones y, de alguna manera, aunque menor, la pequeña grieta de terror en cada uno.

Cuando me refiero a la ciudad, hay en los cuentos de Baeza un ánimo de la flâneuse, entiéndase por aquella que camina la ciudad con el deseo de aprehenderla, de sujetarla en la mira, en el tacto, en la memoria, como si de una cronista se tratara, pero que al final inventa su propia urbe, con sus muy personales recovecos y relaciones ficticias.

En cuanto a la familia, que no es un tema ni nuevo ni novedoso en las más recientes obras literarias de escritoras latinoamericanas, lo que Baeza logra es ponerlos en el epicentro de una duda, de una incógnita que no se revela sino hasta el nadir del cuento, acaso de los buenos cuentos, como ocurre en “Veintidós días en la vida”, “Veladoras” y “Una grieta en la noche”, quizá los más intensos de los seis.

El amor, en este caso más fraternal, de padres y madres a sus hijos, se vuelca en diversos ángulos: desde el hermanastro que quiere salvar al perdido carnal que quiere ser boxeador; la hija que desea entender a la madre y su relación con el tío; la mujer que no logra descifrar la tenebrosa unión entre un hijo y su madre muerta, hasta el oscuro vínculo entre dos huérfanos, su abuela y una bruja de La Merced.

El cordón umbilical que fabrica Baeza entre sus personajes los une de una manera especial, pues la tradición, la sangre, la historia misma les impide zafarse uno de los otros y otras.

Y a estas relaciones personales hay que agregarles un elemento fundacional, esa bisagra que en muchas ocasiones mueve a los integrantes: la violencia. Y me refiero a esa violencia que se respira día tras día, aquella que no es necesario hacer visible, ni nadie puede patentar en la ficción, pues en países como el nuestro es una realidad aplastante, pero lo que ocurre en estos cuentos, y ahí es donde se halla la verdadera literatura, es todo aquello que subyace.

Narrados en primera persona, aunque también ronda la tercera, los cuentos de Una grieta en la noche están escritos con agilidad, con mucho oficio de una narradora que conoce el arte de la escritura, que no pierde el tiempo con frases poéticas (acaso no le son necesarias en este volumen) ni tampoco alarga los desenlaces, aunque es cierto que, por momentos, sus cuentos arrancan la acción de manera tardía, con uno o dos párrafos más informativos que con acción dramática, como ocurre con “Veladoras”.

Autoras jóvenes como Baeza son ejemplo muy interesante para los alumnos del Colegio de Ciencias y Humanidades, sobre todo en la disciplina y el arrojo para concursar en certámenes en los que ponen a prueba sus talentos ante escritores mayores o internacionales. Baeza no es una joven en el oficio de narrar, pues ya ha sido galardonada con premios de cuento y de novela.

Una grieta en la noche es, también, una declaración de principios: las obsesiones y amores literarios de la autora se dejan ver, no de manera explícita, pero sí en la forma: se halla Vila-Matas, Roberto Bolaño, Guadalupe Nettel, de los tres ese gusto por caminar, por los espacios reducidos y por el ocasional humor negro.

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