La comedia y sus disonancias

Don Giovanni

Está basada en el mito de Don Juan, cuyo germen es El burlador de Sevilla

Don Giovanni
Está basada en el mito de Don Juan, cuyo germen es El burlador de Sevilla

La comedia es una categoría estética que encierra sus propias dificultades. En parte, porque suele asociarse con la risa y, ésta, a su vez, con situaciones fallidas y confusiones de las cuales es preferible reír. Por supuesto, los equívocos o errores no han de ser graves o dolorosos. También porque la comedia se asocia con el sentido del humor y esto nos aleja de tener un canon.

Después de todo, “en gustos se rompen géneros” se suele decir. Sin embargo, hay ciertas reminiscencias del pasado. La ópera bufa del siglo XVIII es una crítica a ciertas costumbres y excesos de la aristocracia, pero también se relaciona con el canon aristotélico que definía la comedia como una imitación de las acciones de “hombres viles y malos”.

A diferencia de la tragedia, en la comedia no podemos sentir compasión o miedo. El personaje cómico no es alguien que se esfuerce por obrar bien y tampoco es víctima del infortunio. De hecho, el personaje cómico en la modernidad representa diversos vicios: avaricia, vanidad, vulgaridad, extravagancia, ambición, fanfarronería, adulación, envidia, bufonería, etcétera.

Desde que Tirso de Molina escribió El burlador de Sevilla en 1630, el mito del Don Juan ha sido un tema recurrente en la literatura, el teatro y la ópera. Independientemente de su interés por el placer sexual, Don Juan usa la seducción como el medio idóneo para dañar a mujeres y a hombres por igual.

El Don Juan tergiversa el sentido de las promesas y las emplea como medios de seducción: “Honor tengo, y las palabras cumplo, porque caballero soy” ---dice el Don Juan, de Tirso de Molina. Cada Don Juan aporta diferentes aspectos del personaje. Molière muestra un Don Juan tan consciente de su deshonestidad que usa la verdad para mentir: “¿Tendría un alma lo bastante perversa para engañar a una persona como vos? ¿Sería lo suficientemente cobarde para deshonraros?”. 

Don Giovanni, una de las tres obras escritas por Lorenzo Da Ponte para Mozart, ha generado interpretaciones contradictorias, cosa que no ha ocurrido con Las bodas de Fígaro y Così fan tutte, no sólo porque musicalmente tiene más relación con la ópera seria (que notoriamente ya sigue a Gluck), sino porque pierde el elemento redentor del bien.

La comedia también puede incluir una fábula con un final feliz que restaure el orden perdido. Así, en Las bodas de Fígaro, el conde de Almaviva se disculpa por sus infidelidades y abusos, aunque no se le crea mucho. En Così fan tutte, después del enredo de intercambio de parejas y una vez descubierto el engaño mutuo, ambas parejas se perdonan y hay un final feliz.

Don Giovanni es diferente porque no hay un orden restaurado. Da Ponte nos enfrenta a una forma de maldad que no reconoce el daño causado, ni se arrepiente de sus acciones. Don Giovanni deslegitima, se burla y usa para su conveniencia sus privilegios de clase y los mandatos de masculinidad de su época, pero su capacidad destructiva le impide instaurar un orden justo y realmente libertario: no es un héroe. 

Esta obra tampoco puede ser considerada una farsa o una sátira y quizás esto se deba a la posición en la que Da Ponte sitúa al espectador y a los personajes. Dado que Don Giovanni es insensible e indiferente al lenguaje moral y no se arrepiente, aun cuando muera en escena, la obra deja cierta sensación de escepticismo moral y pesimismo, especialmente a quien piense que la comedia sólo es un asunto de risa y entretenimiento.

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