Con una sola imagen, la de Gregorio Samsa despertando de un sueño tranquilo convertido en un monstruoso insecto, el escritor checo Franz Kafka nos introduce en un mundo de pesadilla que perfila la dolorosa existencia que le depara al personaje central de La metamorfosis (1915), ante la aparente indiferencia de lo que lo rodea.
Esa primera frase revelará al lector el poder de esta pequeña novela, en la que Kafka narra las desdichas de un agente de ventas que vive con su familia y cuyo único deseo parece ser ajustarse a las órdenes del sistema y ayudar a su parentela como dictan las normas y la moral hegemónica.
Como buena parte de la obra del autor, en estas páginas predomina el absurdo y la subversión de las leyes de la lógica, en su interés por denunciar la impotencia del ser humano ante las estructuras que lo someten y condicionan, y evidenciar que, una vez que ha sido explotado hasta el límite, el sistema lo desecha sin consideración.
El mensaje es claro: ser diferente y no ajustarse al molde preestablecido por la sociedad te margina, te convierte en una carga y el único camino es la soledad y la destrucción.
En sus páginas destaca el talento del escritor para presentar situaciones brutales como si fueran habituales, lo que transmite al lector sensaciones de confusión, horror y compasión. Gregorio trata de adaptarse, pero encuentra que la solidaridad humana es frágil y el rechazo deviene en la regla general.
Si bien al principio recibe la ayuda de su hermana, pronto se hastía y lo abandona o lo agrede; la manzana que se le queda pegada y poco a poco se le pudre es una paradoja de las relaciones humanas y familiares que se van difuminando.
La metamorfosis expone las obsesiones de Franz Kafka ante el engranaje que nos deshumaniza, mostrando la alienación que sufrimos, al tiempo que nos lleva a reflexionar sobre el valor del ser humano en un modo de producción que sólo valora a las personas en función de su productividad. También nos hace preguntarnos sobre la razón de la existencia y la naturaleza humana.
