Coco

El caso de Coco

La tradición del Día de Muertos se convierte en parque de diversiones

El caso de Coco
La tradición del Día de Muertos se convierte en parque de diversiones

“La comunidad latina dice lo que le ofende y tiene opiniones fuertes… Como no soy latino, sabía que el proyecto iba a estar bajo la lupa”.

 

Lee Unkrich

Director de Coco

 

Lo más triste es que no. Muy pocas personas analizaron y criticaron la película Coco en México. Todo lo contrario. La gente llenó las salas de cine, las autoridades culturales del país le hicieron una exhibición nada más y nada menos que en la Cineteca Nacional, y varios miembros de la izquierda e intelectuales se sumaron a su estruendo. Qué pena. Qué lamentable. Pero antes de comunicar nuestra postura permitámonos una reflexión previa. 

Desde 1980 sabemos que es un error pensar que la crítica cinematográfica o el análisis del cine sólo debe considerar a aquellas películas con una intención estética o comunicativa distinta al entretenimiento.

 El rechazo a pensar el llamado cine “blockbuster” o el cine industrial en general asume la inocente idea de que esas películas tienen como único efecto el “entretener”, el pasar el tiempo. Eso es completamente falso. El cine industrial masivo tiene un escaparate y un alcance que ningún otro, y aunque su propósito principal sea entretener para poder vender, al hacerlo nos educa, nos afecta, nos emociona, es decir nos configura.

Esto lo entendía muy bien Theodor Adorno cuando propuso el concepto de “industria cultural”. Dicho eso y regresando al inicio, es extraño que una película de Disney sobre un pueblo de Latinoamérica no genere una crítica y un rechazo casi inmediato. Recordemos los tiempos de películas como Saludos América o Los tres caballeros. Recordemos las posturas de intelectuales latinoamericanos que hablaban de un colonialismo mental de Walt Disney, de un nocivo hiperindividualismo de sus historias incompatible y destructor de la supuesta idea colectivista de comunidad en América Latina.

¿A poco Coco es la redención de Disney? ¿Será que Pixar es el cambio de tuerca que necesitaba Walt Disney para volverse respetuoso, incluyente, multicultural, pluricultural, intercultural? Por supuesto que no. Todo lo contrario. A diferencia de películas de Disney anteriores sobre América Latina donde la discriminación era obvia y pasaba por la ridiculización cómica ( en Los tres caballeros, un gallo que disparaba todo el tiempo sus pistolas, pues según Disney los hombres mexicanos vivían atrapados en el paisaje de la Revolución Mexicana”,  Coco se quiere presentar como un retrato “realista” de la costumbre del Día de Muertos.

 Los rasgos étnicos son más realistas en comparación con representaciones anteriores, y se quiere corresponder con algunos de los personajes del folclor mexicano como el luchador, el mariachi, el panadero, el zapatero, la abuelita, etcétera. La violencia colonial ocurre en esta película en un lugar nuevo y diferente al que podríamos designar como gentrificación e intervención simbólica.

Walt Disney utiliza a Pixar como una herramienta extractivista de narrativas locales. Pixar le permite a Disney salir de su castillo  y crearlo en diversas narrativas locales de todo el mundo. Con Coco le toca al Día de Muertos la conversión de esta tradición en parque de diversiones, en imaginaciones capitalistas de la muerte: el trabajo persigue a los muertos, la diferencia de clases continúa en ellos, dependen de transacciones, de intercambios económicos como el de las ofrendas.

Walt Disney-Pixar no puede intervenir una historia, hacer dinero con ella y regresarnos educación emocional capitalista, despolitizante y capitalizante. Walt Disney tendría que someterse a la ética narrativa de reconocer a los autores de una historia (todos nosotros en este caso), de pedirles permiso de interpretación y regresar lo generado con ella.

No olvidemos que la película se exhibió en uno de los Días de Muertos más tristes de México en muchos años: el terremoto del 19 de septiembre de 2017 que acababa de suceder.

*Profesor de Filosofía del Plantel Naucalpan.

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