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mario molina pasquel y henríquez (1943-2020)

El Nobel de Química, incansable defensor del medio ambiente

mario molina pasquel y henríquez (1943-2020)
El Nobel de Química, incansable defensor del medio ambiente

Sin los resultados de sus investigaciones, junto a sus colegas de la Universidad de California, Frank Sherwood Rowland y el holandés Paul J. Crutzen, en la década de los setenta, que lo llevaron años después a recibir el Premio Nobel de Química en 1995, las acciones en favor de eliminar los daños de los gases de efecto invernadero en la capa de ozono, habrían tomado más tiempo en aplicarse.

No fue sino hasta 1987, a través del Protocolo de Montreal, cuando decenas de países decidieron reducir la producción y el consumo de productos con clorofluorocarbonos. “Es la única historia de éxito que podemos contar en términos de los cambios globales ambientales y fueron él y sus dos colegas quienes aportaron el conocimiento científico”, afirmó la científica Julia Carabias, al referirse al legado de José Mario Molina-Pasquel y Henríquez.

Científico universitario que gracias a sus investigaciones logró incidir en la toma de decisiones en diferentes partes del mundo. En 2004 fundó el Centro Mario Molina para Estudios Estratégicos sobre Energía y Medio Ambiente, A.C., en la Ciudad de México, asociación civil independiente y sin fines de lucro, cuyo propósito “es encontrar soluciones prácticas, realistas y de fondo a los problemas relacionados con la protección del medio ambiente, el uso de la energía y la prevención del cambio climático, a fin de fomentar el desarrollo sustentable”.

Siete años después, se incorporaría como parte del Consejo de Asesores de Ciencia y Tecnología del presidente de Estados Unidos, Barack Obama. “Gracias a la obra de Mario, el mundo ha buscado un cierre de filas para abordar una amenaza común. Inspirados por su ejemplo, estamos trabajando para hacer nuestro planeta más seguro y limpio para las generaciones futuras”, afirmaba, en 2013, el mandatario estadounidense a propósito de la Medalla Presidencial de la Libertad que impondría al científico mexicano.

Las múltiples distinciones que recibiría darían cuenta de la incansable actividad en favor del medio ambiente, como el Premio Tyler para Logro Ambiental en 1983; la NASA Exceptional Scientific Achievement Medal, en 1989; junto a Rowland y Crutzen fue distinguido por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) por su contribución a la protección de la capa de ozono. También fue condecorado con 39 doctorados honoris causa, entre otros.

Por otro lado, la Facultad de Química de la UNAM crearía el edificio Mario Molina en Ciudad Universitaria, un espacio donde “se vincula la investigación entre esa entidad académica y la industria, además de que está orientado a dar soluciones a problemas relacionados con la protección ambiental, el uso de la energía y la prevención del cambio climático”.

Para el exrector universitario José Sarukhán Kermez, el premio nobel se dedicó a establecer becas para entrenar estudiantes mexicanos en química atmosférica, pues tenía una convicción profunda de generar nuevos grupos de jóvenes bien preparados para avanzar en la ciencia y servir a su país.

También se pronunció por terminar el modelo de crecimiento depredador de recursos, origen de desigualdad social y económica. Deja una herencia invaluable que debe enriquecer y continuar la comunidad científica mexicana, afirmó el investigador Iván Restrepo.

Pero, sobre todo, “nos deja un ejemplo de rigor académico y de la relevancia que tiene para la humanidad la investigación”, destacó Enrique Graue Wiechers, rector de la UNAM.

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