Este artículo es resultado de diferentes reflexiones que hemos tenido como docentes en el plantel Sur, sobre la manera en que la identidad se configura en los entornos educativos a partir de un entramado de formas de ser que convocan a la promoción de procesos identitarios en donde los individuos conforman su propio ser.
Se entiende a la identidad como una construcción social y cultural que dota, entre otras cosas, de sentido de pertenencia a los seres humanos, a partir del cual los sujetos se representan a sí mismos y se diferencian de los otros, es decir, del reconocimiento de su alteridad, para conformar una significación de estar en el mundo.
Por lo tanto y de acuerdo con Pichon-Rivière, en las relaciones educativas se genera identidad pues se establecen procesos de mutuo reconocimiento y de conformación identitaria de los sujetos estudiantes-docentes.
En esa relación se configuran relaciones subjetivas e intersubjetivas que le dan sentido al ser docente y estudiante, en ese tipo de relaciones se enseña además de los contenidos temáticos, los vínculos sociales, las representaciones, expectativas, creencias y valores que derivan en la configuración de la identidad de los sujetos y de su sentido de pertenencia al espacio escolar.
A lo largo de la pandemia por Covid-19, la educación a distancia e híbrida elucidaron la inminente transformación de los espacios educativos y por ende de las formas de relacionarnos como sujetos dentro del aula.
De tal manera, actualmente en la pospandemia y con el regreso a lo presencial es fundamental como docentes propiciar la resignificación de los espacios públicos, particularmente la escuela, como un lugar que brinde sentido de pertenencia a quienes lo habitan, que les permita a sus actores centrales: estudiantes y docentes, reconocer las emociones vividas, recuperar el cuerpo y la presencia en el encuentro, incorporando los vínculos comunitarios y de compañerismo, para fortalecer lazos identitarios dentro del entorno educativo.
Para ello es necesario darle una dimensión valorativa distinta a la escuela, después del prologando distanciamiento social, en donde se valore más que nunca el tejido social para la configuración de identidades, donde sea posible escuchar, hablar y compartir lo que se piensa y lo que se siente. La escuela deberá ser del punto de encuentro en donde construir un nuevo sentido de comunidad para aprender.
A su vez será importante generar nuevas estrategias que permitan habitar los espacios y generar aprendizajes significativos, que vinculen a los estudiantes con el Colegio, a través de la convivencia en donde se reconozcan a sí mismos y a los otros, de la interacción, el respeto, el diálogo, el compañerismo y la solidaridad que les brinden aprendizajes para la vida.
Los docentes enfrentamos el reto de mostrar a los estudiantes las formas en que pertenecen a una comunidad y, en esa lógica, deconstruir la premisa posmoderna de la individualidad como lo más importante y pensar en los vínculos comunitarios que nos mantienen cohesionados y que a su vez permiten la transformación social.