El libro muestra la genealogía de los asesinos seriales

La sabiduría de los psicópatas

El libro muestra la genealogía de los asesinos seriales

La sabiduría de los psicópatas
El libro muestra la genealogía de los asesinos seriales

El mundo está desbocado. Lo advertía Anthony Giddens en su célebre libro social sobre la globalización. El mundo, entonces, está en medio de un laberinto del cual no puede salir, y quizá nunca supo cómo fue que llegó a esa encrucijada.

El mundo del afuera, la eterna intemperie, afecta de manera directa al mundo interior, lo descompone, le da girones, le pone trabas, le impone obstáculos; en suma, le da un nocaut, lo manda a la lona.

¿Qué pasa cuando es el mundo interior, el génesis, el que desestabiliza el mundo exterior, lo colapsa? ¿Por qué hay personas a las que les gusta ver arder el mundo, por el sólo hecho del verlo arder? Y es justamente este último elemento, observar la caída del otro, el tema central del libro La sabiduría de los psicópatas, del doctor Kevin Dutton.

Este volumen reúne una larga investigación del especialista a partir de casos de asesinos seriales estadounidenses, que parecieran tan comunes en aquel país, incluso para pensar en un asunto de salud pública dentro de la sociedad gringa.

Famosos son John Wayne Gacy, el Asesino del Zodíaco; el Estrangulador de Boston, Patrick Kearney; el Asesino de la autopista, Ed Gein; Ted Bundy, Jeffrey Dahmer, David Berkowitz y Aileen Carol Wuornos, además de los ya míticos Jack el Destripador o Gilles de Rais.

En especial, el caso de John Wayne Gacy, el hombre que se disfrazaba de payaso para dar shows a los niños de su comunidad y quien mató, al menos, a 33 hombres jóvenes, fue tratado por Dutton.

Cuenta que el cerebro del Gacy, una vez que fue ejecutado por inyección letal, en 1994, llegó a su centro de trabajo. El doctor intentó realizar un estudio para determinar las posibles causas del por qué asesinaba, pero una de sus compañeras le explicó que un cerebro muerto no es igual al cerebro vivo.

De ahí se desencadena la que considero la mejor hipótesis del libro: todo ser humano tiene el “gen” de asesinar, pero no todos lo llevan a cabo. El doctor considera que hay cualidades que comparten los asesinos seriales con líderes mundiales: atrevidos, carismáticos, implacables, centrados, fríos y seguros de sí mismos.

Y dentro de estos, el autor enlista a Neil Armstrong, Bill Clinton, John Stuart Mill, John F. Kennedy, Vincent van Gogh, entre muchos otros, a quienes les atribuye características de personalidad similares a las de los asesinos arriba mencionados, sólo que estos últimos no realizaron actos criminales.

El autor se cuestiona: ¿qué permite que un neurocirujano, con bisturí en ristre, haga una operación para salvar la vida? o ¿qué incita a un hombre a, también arma en mano, atacar a otro para quitarle la vida, si al final ambos se hallan ante la misma situación: el cuerpo ajeno a complacencia?

Las interrogantes de qué es lo que lleva a un hombre o una mujer a matar es y sigue siendo un enigma, pues puede ser desde una afectación neuronal, un tumor, una patología, hasta el hartazgo social, la venganza, el odio…

Los asesinos seriales, personas que no tienen el menor nivel de empatía, suelen ser nuestros mejores amigos, el vecino, nuestros hijos, los padres. Su mejor arma es el camuflaje, el rincón o el mejor escondite, el cual, según las teorías de la novela negra, es aquel donde el mundo puede verte.

Este libro, más con morbo que otra cosa, pone en la conversación un asunto central de la vida cotidiana: la violencia. México, a pesar de no tener una larga historia de asesinos seriales, ya comienza a formarse una con los cárteles y los feminicidas. Es, reitero, aquí y allá, un asunto se salud pública que deberá atenderse.

Para la comunidad del Colegio de Ciencias y Humanidades sería propicio leer sobre este tema, hacer análisis y llegar a conclusiones que les permitan entender mejor el caso de los asesinos.

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