Filosofía y los juegos de la verdad

Aprendizaje significativo

Cada disciplina tiene un lenguaje propio

Aprendizaje significativo
Cada disciplina tiene un lenguaje propio

Imaginemos que no existe un sustrato último o una sustancia que sustente la realidad. Digamos, como Fernando Pessoa, “todo es símbolo y analogía”. Supongamos que eso que llamamos realidad carece de una esencia y lo único que hay es el sentido de las cosas. Ahora escribo sobre un escritorio y no hay una esencia de escritorio, puedo cambiar casi arbitrariamente su sentido al utilizarlo para comer o para subirme y cambiar un foco. Eso que llamamos realidad es el sentido que damos a las cosas.

Ahora supongamos que el símbolo y la analogía son la base que soporta los lenguajes. Cada disciplina tiene un lenguaje propio. Tal vez, las grandes investigaciones de Copérnico y Kepler construyeron el lenguaje de la física moderna y la astronomía. Preguntarse si las órbitas que recorren los planetas y los astros son elípticas o circulares configuró los límites de ese mundo.

Los lenguajes de la ciencia contemporánea son distintos a los modernos. Ya no se habla de inocular viruela. En los tiempos de Kant vacunarse contra la viruela era un verdadero dilema moral. El lenguaje de la investigación actual habla de vacunas de ARN-mensajero. Años de investigación de la bioquímica Katalin Karikó terminaron siendo la base de las vacunas para Covid-19. El ARN-mensajero es un nuevo lenguaje que ha puesto otros límites a nuestro mundo.

Hoy en día, la teoría política se debate entre la democracia representativa o directa, sobre el liberalismo político o el republicanismo comunitario. Las teorías tienen sus propios lenguajes y con ellos configuran las posibilidades del mundo social y del orden económico.

Por supuesto que la riqueza de la filosofía depende de las distintas respuestas que se han aportado para solucionar sus problemas. Hay una enorme diferencia entre las distintas concepciones filosóficas sobre el bien moral o sobre la belleza. No es lo mismo la valoración ética de las acciones en el modelo aristotélico de la virtud, el deber kantiano o la compensación utilitarista. Tampoco es lo mismo la concepción de la justicia para John Rawls y para Robert Nozick. El significado de la belleza cambia radicalmente en la concepción de Platón frente a la autocomplacencia del sujeto ilustrado en la modernidad.

Lo que tienen en común estos y otros lenguajes es que todos juegan con el juego de la verdad. Imaginemos que los lenguajes son un juego como el ajedrez o el futbol. Si queremos jugar, necesitamos seguir sus reglas. No se vale mover la torre diagonalmente, ni el alfil verticalmente.

La filosofía tiene una tarea peculiar dentro de los juegos de la verdad. Lo mismo se interesa por saber por qué y cómo funcionan las reglas de la física moderna o cómo funcionan las reglas de la tragedia o la comedia. La filosofía, se dice, es un saber de segundo orden porque no juega un juego, sino que indaga sobre el juego de la verdad. Ese juego es uno y distinto en cada disciplina. Aprender filosofía requiere conocer las reglas del juego de la verdad. Lo mismo el “a priori” kantiano tiene esa extraña capacidad de funcionar como regla de verdad para toda ciencia, que la distinción aristotélica entre tragedia y comedia funciona como regla de verdad sobre aquello que ha de causar compasión y aquello que ha de causar risa. No necesito conocer todos los detalles de la historia de la filosofía para inventar una vacuna, pero esa vacuna será eficiente y segura si se juega con las reglas del juego de la verdad. 

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