Comprender las emociones ayuda a lidiar con los efectos

Un acercamiento al estoicismo

Comprender las emociones ayuda a lidiar con los efectos

Un acercamiento al estoicismo
Comprender las emociones ayuda a lidiar con los efectos

La filosofía lleva en su etimología el amor a la sabiduría. Entendemos por sabiduría un saber generado a través de la experiencia. Es un saber que tiene que ver con la vida. Es decir, se trata de saber vivir.

Si amar lo entendemos como un acto de cuidado y atención, entonces podemos considerar a la filosofía como cuidar el saber vivir. Por supuesto, la filosofía tiene muchos otros encargos en su hacer, pero por hoy, vamos a quedarnos con este significado para comprender por qué la filosofía está relacionada con el consuelo.

Saber vivir está relacionado con la felicidad, en tanto se trata de llevar una vida plena, de gozo y paz. Sin embargo, constantemente hay muchas cosas que nos distraen de este objetivo y son parte de la vida.

Aunque quisiéramos, no podemos escapar del dolor, por ejemplo, porque este es el indicador de que algo está mal y debemos atenderlo. Hay circunstancias inevitables porque forman parte de la vida y todo ello nos conduce a sentir pena y sufrimiento.

Como seres en el mundo reconocemos que tanto el gozo como el sufrimiento los provoca el mundo exterior, donde suceden hechos que no podemos controlar, pero ahí depositamos nuestros deseos, y de ahí proviene lo que nos provoca dolor.

Para los filósofos de la antigüedad, sobre todo los estoicos, alcanzar la sabiduría es gestionar las emociones de nuestros propios deseos y temores sobre aquello que no depende de nosotros.

Comprender y reconocer nuestras emociones y lo que las provoca nos ayuda a aminorar los efectos de lo que sucede. Nos permite hacer frente de un modo más claro sobre aquello que deseamos y esperamos ocurra, pero al final no obtenemos, eso nos conduce a la frustración, así como aquellas emociones que nos rebasan y nos cuestan trabajo controlar sobre lo inesperado.

El estoicismo nos dice que no hay una relación directa entre el mundo y nuestras emociones, más bien, interviene en nuestra concepción o modelo del mundo: nuestras creencias y pensamientos.

Una de las creencias que detonan la frustración es pensar que las cosas deben ocurrir como las deseamos. Creer que se puede controlar el mundo, o incluso que no debería fallar o tener errores, es parte del origen de la frustración.

Para comprender el mundo, basta ver la naturaleza. En ella todo cambia. Si conocemos y entendemos que las cosas que ocurren fuera de nosotros tienen como condición el cambio, sabremos qué esperar y hacer al respecto.

Nuestros pensamientos, a través de nuestras creencias, nos pueden engañar o alterar la idea preconcebida de las circunstancias. Pero si tratáramos de ver las cosas tal cual, de manera objetiva y buscar la claridad de lo que son en sí mismas, cometeríamos menos errores sobre qué debemos esperar de ellas.

Aquí es donde interviene la filosofía, porque esta tiene como fin el preguntar por las cosas, que al conocerlas nos den respuestas sobre sí mismas y así podamos diferenciarlas de nuestras creencias sobre ellas.

Desde este enfoque no se trata de no tener emociones o anular algunas y permitir ciertas otras. Se trata de lo que ocurre antes, es decir, el proceso mental que las propicia.

La filosofía tiene como tarea hacernos ver lo que es la realidad a la que nos resistimos o la que esperamos. Se trata de no estar descuidados.

Saber que esperar nos debe permitir prepararnos para lo que pueda ocurrir. Todo lo que empieza, termina, vivimos en un mundo perecedero y como mortales, todo cambia, todo pasa.

Al pensar en ello, ya sabemos qué esperar y podemos prepararnos para ello. ¿Por qué entonces la filosofía es un consuelo? Consolar es ayudar a aliviar una pena, quitar un peso de encima. Es ayudar a disminuir el disgusto. Consolar es ayudar a quitar ese equipaje.

Para ello, comprender las cosas ayuda a que no nos afecten tanto al no dejarlas consigo más de lo necesario. Aquello que nos altera no se puede volver un huésped, sino sólo algo pasajero, y una vez se va, queda la quietud, el reposo; la quietud después de la tormenta, eso es paz. A veces, quizá pareciera como un naufragio, pero podemos aprender también a navegar en el oleaje de la vida, eso es plenitud.

Las consolaciones filosóficas forman parte de la literatura de la antigüedad, sobre todo de la escuela estoica, y eran una forma de carta que se le escribía a quien necesitara consuelo, recurriendo a circunstancias concretas y metáforas, en las que el filósofo nos conduce a reflexionar sobre la fragilidad y temporalidad de las cosas, a pensar y diferenciar el mundo del pensamiento que tenemos de él.

Así el consuelo es dar un poco de luz y calma, a quien solo puede ver turbulencias y sentir pena.

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