M  uchos sistemas solares tienen dos soles. Eso mismo ocurrió en el nuestro, pero el más pequeño no sobrevivió, se convirtió en un planeta frío. Los seres humanos nacemos también en pares, no importa que sea en diferentes épocas, no tiene que ver tampoco con el amor de pareja. Así, los seres humanos rechazados obligarán a que su gemelo y todo resultado de su existencia sea destruido. La historia de la vieja niñera de Elizabeth Gaskell (1810-1865) es un ejemplo de este comportamiento universal, encontré est

Narrativa de ficción

Autora recupera un texto del siglo XIX

Narrativa de ficción
Autora recupera un texto del siglo XIX

Muchos sistemas solares tienen dos soles. Eso mismo ocurrió en el nuestro, pero el más pequeño no sobrevivió, se convirtió en un planeta frío. Los seres humanos nacemos también en pares, no importa que sea en diferentes épocas, no tiene que ver tampoco con el amor de pareja. Así, los seres humanos rechazados obligarán a que su gemelo y todo resultado de su existencia sea destruido.

La historia de la vieja niñera de Elizabeth Gaskell (1810-1865) es un ejemplo de este comportamiento universal, encontré esta declaración escrita con letra temblorosa, me costó trabajo descifrarla.

Mi nombre es Rosamond, algo me persigue y me atormenta desde hace años; es una luz que apenas deja verse por sus saltos, la miro con el rabillo del ojo derecho. Tiene una cola anillada. Cuando aparece escucho “Rosamond sálvame del frío”.

 

Entro en trance

Aparece una catarata azul, veo también serpientes líquidas. Las manos tocan un órgano y el instrumento chilla. Llena de la transparencia del agua recuerdo que hace ocho días los sirvientes pusieron frente a mí el retrato de dos hermosas y altivas mujeres. Me provoca su contemplación emociones fuertes: lloré, me dolí del cuerpo, me enfermé.

Suponía, por los relatos de Hester, mi antes niñera, que se trataba de la pintura perdida de mis dos tías: Maude y Grace. Después de la muerte de la vieja Grace, Hester había instruido a todos para que quedara bajo secreto todo lo sucedido en la mansión después de la muerte de mis padres. Pero como ella había salido a visitar a unos parientes, todos se confabularon para contarme una parte de mi vida.

Yo recordaba a la tía Grace con su dama de compañía a un lado, siempre bordando; mientras el fuego ardía en la chimenea y ella perdía allí su mirada.

Después de la muerte de mis padres, Hester y yo nos trasladamos a la mansión por órdenes de mi tío Lord Furnivall, quien nos dejó abandonadas con un puñado de sirvientes y las tías que tejían y veían quemarse la madera en su chimenea.

Todo era muy borroso para mí, pero cada uno de los sirvientes fue regresando a mi memoria episodios olvidados de esos días cuando conocí a la niña vestida de blanco, sobre la nieve espesa. Recordé su mano tibia arrastrándome hacia el bosque mientras la nieve me golpeaba el rostro; y volví a sentir los brazos de Maude, quien me acariciaba, era la reina de las nieves, y absorbía mi último aliento. 

La niña blanca quería guarecerse del abandono, de la expulsión sufrida por la soberbia de su madre Maude y las intrigas de Grace, su tía, y el abuelo. Las dos bellas mujeres de los retratos se habían enamorado de un artista que su padre trajo con todo y un gran órgano musical.

Maude, la más joven, le ganó el juego a su hermana y se casó a escondidas con el músico y tuvieron una hija. Maude escondió a la pequeña hasta que la llevó a vivir a su casa con el pretexto de que era una campesina.

Madre e hija murieron, no se supo cómo, pero el abuelo Furnivall nos atormentó durante toda esa época con la terrible música del órgano, mientras la niña blanca, con una marca negra en el hombro, me llamaba a su lado: “Rosamond sálvame del frío”.

Parpadeo, la luz amarilla con cola anillada también y se entierra en mi pecho. La tormenta de nieve cae fuerte, estruendosa. Mis dos hijas sonríen en el salón, cantan. Mientras, escucho unos golpes en la ventana, la niña blanca tiene frío.

Veo cómo mi hija se acerca a la puerta. La tormenta está dentro y la pequeña desaparece envuelta en un remolino de nieve. escucho cada vez más lejos “Rosamond sálvame del frío”. Me quedo despierta hasta el amanecer y veo cómo dos hermosos soles, uno más pequeño que el otro, surgen del bosque negro.

Bronte, C., Gaskell, E., Mulock, D. y Crowe, C. (2018). Damas oscuras. Cuentos de fantasmas de escritoras victorianas eminentes. Impedimenta.

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