Es mi deseo explicarte en este pequeño texto cómo es la filosofía a partir de dos de sus modalidades: a una la llamaremos testimonial y a la otra crítica.
Es importante decir que estas modalidades no son del todo contrarias (la historia de la filosofía está llena de matices y nada en ella es imposible, aunque parezca) y, por supuesto, no son las únicas. Estas me parecen atractivas y pertinentes en el contexto del bachillerato.
Comencemos, pues, con la filosofía testimonial. Es muy común que las y los profesores de Filosofía del bachillerato o del primer semestre de la licenciatura recurran a la noción de asombro para explicar de dónde viene el deseo de hacer filosofía.
Aristóteles afirma que una de las emociones que genera en nosotros la realidad es el asombro. Según él, esta emoción acompaña todas nuestras vivencias. Puede ser el caso de que le seamos un poco indiferentes, pero siempre está latente.
Por lo anterior, cualquier persona en cualquier momento de su vida, conectándose con esa emoción, puede comenzar a hacer filosofía, en el sentido de que la filosofía aquí consistiría en desarrollar ese asombro: por qué me asombro, por qué la realidad es asombrante, qué es el asombro, qué significa que el vínculo entre la realidad y yo se explique por el asombro, etcétera.
El gran desafío que este tipo de filosofía plantea es que el asombro puede ser una emoción que aproxime a algunas personas al furor religioso y estas personas piensen casi, sin darse cuenta, que su asombro es más verdadero que el asombro de los demás; que las vivencias que “generaron” ese asombro deben entenderse puras, dada su importancia y, por lo tanto, no deben modificarse pero sí replicarse en el futuro.
Una filósofa o un filósofo debe tener mucho cuidado en no imponer su asombro a los demás, y en estar abierto a escuchar el asombro de los demás, incluso poder asombrarse a su vez por él.
Por otro lado, tenemos a la filosofía crítica. La palabra “crítica” en la historia de la filosofía ha sido utilizada inimaginable en muchas ocasiones. Aunque no lo creas, significa muchas cosas, muchas de ellas distintas y difícil de anticipar. Sin embargo, haremos un elocuente resumen.
La palabra “crítica” la entenderemos como la disposición a no aceptar la realidad tal cual es, es decir, la disposición a pensar que la realidad es modificable y que ningún asombro que ella nos pueda producir trae como consecuencia que nosotros no debamos cambiarla.
Ante esto, las filósofas y los filósofos testimoniales amenazarán a los críticos y les dirán: “si cambias la realidad, ella dejará de ser asombrante, es decir, perderás el asombro y con él toda la relación con el mundo que éste implica”. O más grave aún: “si modificas la realidad, estás atentando contra su valor sagrado, la estás profanando”.
Las y los filósofos críticos piensan que la realidad es injusta y defenderla apelando al asombro que ella genera no es otra cosa sino intentar justificar las diferencias sociales y las violencias que implican a partir de usos religiosos de conceptos como la Naturaleza, Dios, el Destino, el Progreso, etcétera.
Me explico. Si un discurso establece que la organización de la realidad responde a causas como una inteligencia superior, entonces se volvería vano que una inteligencia inferior critique dicha organización y busque sustituirla por una mejor. Simplemente no podrá.
Por ello, muchos de los filósofos críticos mantienen una cercanía con el ateísmo o el agnosticismo. Necesitan excluir a Dios de sus argumentaciones para que éstas sean viables. Podemos darte algunos nombres de ambas modalidades filosóficas para saciar tu curiosidad.
De la filosofía testimonial podemos evocar a figuras como Platón, Aristóteles o Martin Heidegger. De la filosofía crítica podemos traer a la memoria pensadores y pensadoras como Immanuel Kant, Karl Marx o Judith Butler. *Profesor de Filosofía del Plantel Naucalpan