El mundo moderno en el que vivimos está marcado por el uso de la tecnología en todos los ámbitos de nuestras vidas, lo cual ha modificado muchos de nuestros comportamientos, hábitos y costumbres.
De hecho, algunas acciones han quedado obsoletas, por ejemplo, el escribir una carta a una amiga o algún familiar, dado que el uso de aplicaciones como WhatsApp permite una comunicación más rápida y eficaz.
En ese sentido, podemos pensar en una serie de instrumentos, herramientas o materiales cuyo uso se ha visto supeditado al desarrollo de la tecnología, como es el caso del cuaderno.
En la actualidad, el uso de este recurso se ha visto limitado, ya que la mayoría de las personas cuentan con medios digitales, como la computadora, el celular, las tabletas, etcétera.
Aparentemente, en estos dispositivos es más fácil escribir ya que podemos borrar y volver a redactar. Además, podemos modificar muchos aspectos del texto que estamos redactando, a saber, el tipo de letra, tamaño, color, interlineado, etcétera.
También, los procesadores de texto nos permiten guardar múltiples versiones de un mismo trabajo, guardar ideas para después y modificar o mantener muchas otras cosas más con relación a la construcción de un texto.
Sin embargo, a pesar de todos los beneficios que nos puede ofrecer la tecnología con relación a la escritura, el cuaderno sigue siendo un material valioso de trabajo que difícilmente llegará a ser obsoleta o quedará sepultado en el olvido.
Los primeros trazos, las primeras letras de una persona se han hecho en el papel y una vez que hemos conseguido hilar las primeras palabras ha sido algún cuaderno el testigo de nuestras primeras ideas, quizá también de nuestros sueños y preocupaciones.
Vicente Quirarte, en su obra Anatomía del cuaderno, nos ofrece una serie de reflexiones en las que subraya que la escritura es el fruto de la constancia y libertad del escritor y que el cuaderno se vuelve una herramienta fundamental para quien desea escribir, pues permite ordenar las ideas y dar paso a la creatividad.
Asimismo, Quirarte menciona que afortunadamente no existe una forma o naturaleza del cuaderno del escritor, dado que el cuaderno es variado en su forma y textura.
Los hay de diferentes tapas, colores y portadas, de diversos tamaños, pueden ser de hojas blancas, a rallas o cuadriculadas; también ser cocidos o de espiral.
Cada cuaderno nos dice algo de su dueño, por tal motivo, podemos decir que el cuaderno es un espacio de construcción personal, pues conserva nuestra esencia, queda un poco de nosotros con cada trazo en el papel. De esta manera, la escritura se vuelve un proceso personal e íntimo.
Finalmente, aunque la tecnología avance a paso veloz, jamás debemos de ignorar el gran valor que poseen los cuadernos. Hacer uso de ellos es abrir las puertas a un mundo de posibilidades.
Un cuaderno nuevo siempre nos permite ejercer la imaginación y la curiosidad nos da la posibilidad de plasmar nuestras ideas, de contar una historia, así que no deberíamos de perder la oportunidad de utilizar tal instrumento tan cotidiano.
Si le damos la oportunidad, podemos plasmar en él la obra más excelsa y compleja, pues solo se necesita un poco de tinta y mucha imaginación.
*Profesora del plantel Oriente.