¿Qué significa crecer? O más bien, ¿qué implica crecer?, ¿crecer y madurar son lo mismo?
Suele pensarse en el crecimiento como una muerte simbólica -algo tiene que morir para abrir paso a lo nuevo- o un desprendimiento de aquello propio de la infancia o la juventud para dar paso a lo que sigue.
En las culturas hay pasajes de rito que marcan la distinción entre un momento y otro; en México, por ejemplo, la fiesta de quince años es un pasaje de rito donde las jóvenes festejadas dejan atrás la infancia. Por eso se les suele regalar su último juguete durante la fiesta. Sin embargo, ¿cómo lo experimenta una persona que está en una transición así?
Precisamente esa pregunta se ve contestada en la escena de Hasta los huesos, la cual forma parte de la obra Limbo, una puesta en escena realizada por la Compañía de Teatro Isla de Próspero, del Colegio de Ciencias y Humanidades. La obra original fue escrita por Elizabeth Wong y la adaptación libre y la actuación es de Roberto J. Espinosa. El trabajo de dirección estuvo a cargo de Lulú Zamora.
Lo primero que resalta de la escena es la honestidad con la que cada línea es dicha en escena por Roberto J. Espinosa, pues su actuación cuenta con una carga emocional que, a diferencia de lo cómico del resto de escenas de la obra, ésta hace que uno conecte de una manera más sensible con lo que le ocurre al personaje.
Su personaje es un skater que está recordando a su amigo El Tortuga, a quien su pasión por el skate, así como su estilo de vida arriesgado lo llevó a “colgar los tenis” tras un accidente en la tabla.
Las reflexiones del personaje hacen lucir al texto con frases que dibujan la metáfora del skate, además de que la escena pasa por imágenes bellamente construidas por la directora que ilustran lo que experimenta el personaje tanto en la tabla como en el dilema que lo acongoja. No requiere de mucho para lograrlo, sólo de una tabla de patinar y una veladora.
Entonces, el protagonista de esta escena se pregunta si vale la pena seguir arriesgando el cuerpo en la patineta y ser un “skater ruco” o mejor tomar una vida más formal, igual que el resto de sus amigos que ya tienen empleos fijos o familias.
Así queda dibujado su proceso de transición como un dilema que lo mantiene en un limbo: ser o no ser.