El infinito en un junco

El infinito en un junco

La exclusión de las mujeres, un motor para escribir su obra

El infinito en un junco
La exclusión de las mujeres, un motor para escribir su obra

Irene Vallejo nació en Zaragoza, España, y desde pequeña se inició en la lectura por influencia de sus padres; estudió Filología Clásica y obtuvo el doctorado europeo por la universidad local y por la de Florencia, Italia; fue en las bibliotecas florentinas que germinó El Infinito en un junco, un ensayo publicado en 2019, que resume 30 siglos de la existencia del libro.

El volumen, que supera las 45 ediciones en poco más de 50 países, se ha traducido a más de 30 idiomas y le ha significado a Vallejo ya varios reconocimientos en su país, acaba de ser presentado en la Sala Nezahualcóyotl del Centro Cultural Universitario.

Emocionada de encontrarse por primera vez con lectores mexicanos y en un recinto al que calificó como mágico, Vallejo recordó que escribió el libro “como caminando en una alambrada junto al abismo, en un momento muy difícil de mi vida y ese equilibrismo tiene que ver mucho con la pasión por la lectura y escritura, con un caos alrededor”.

Luego habló de lo que logró construir con un protagonista que es un objeto, que podría parecer frío, inerte, desapasionado, cuando ella pretendía levantar un edificio de que era todo lo contrario: “un canto en el que brota el entusiasmo, el esfuerzo por sobrevivir, que creo es también la impronta principal de todos estos meses de pandemia”, consideró.

“Nosotros somos frágiles como lo es el junco, la materia vegetal con que se fabrican los libros, la piel con la que se hizo cuando se escribían en pergaminos, el libro es frágil, pero al mismo tiempo es un gran superviviente, y en ese sentido es una metáfora de todos nosotros, todos somos esa fragilidad donde cabe el infinito de las emociones, de la poesía, de esas epifanías momentáneas en las que creemos de repente, captar una belleza tan poderosa en el mundo que casi no cabe dentro de nosotros, eso también son los libros”, expresó.

Consideró que El infinito en un junco es una historia de amor y los protagonistas son todos aquellos que han leído y amado los libros.

Beca fue la palabra mágica que le permitió escribir este ensayo, además de las bibliotecas públicas donde las joyas están al alcance de cualquier persona, pero también en ese momento está la historia de todas las mujeres que durante tantos siglos permanecieron apartadas y excluidas del mundo intelectual.

Al estudiar Filología Clásica, recordó, se enfrentó a ese concepto tan sacralizado de los clásicos, al que había accedido en la infancia de una manera intuitiva, sin un atisbo de veneración; “descubrí que a esos autores clásicos se les había revestido de una aura de perfección y se les estudiaba con una reverencia que me resultaba ajena, pues me interesaba su palpitante humanidad, llena de fracasos y defectos, como los de Ulises tratando de regresar a casa sin conseguirlo”.

Y luego estaba la ausencia de las mujeres, destacó, “cómo sería posible que ese mundo fuera tan perfecto, si apenas había lugar para la mitad de la humanidad y hablamos también por supuesto de la esclavitud y del imperialismo, todo eso me despertaba dudas, desconcierto y una incomodidad constante, por eso sentí la necesidad de reescribir sobre los clásicos de una manera distinta, de hacer bajar a esos héroes, conquistadores y emperadores de su pedestal”.

Si algo caracteriza al libro es la supervivencia, porque gracias al amor de todas esas personas anónimas, de los lectores que hemos amado un libro, surgió la idea de escribirlo. 

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