Este 2023, se cumple el primer centenario de la aparición del tremendo libro de poesía de Rainer Maria Rilke (Praga, 1875 – Suiza, 1926), Elegías del Duino (1923), compuesto por diez poemas o, mejor dicho, por diez elegías.
“¿Quién, si yo gritara, me escucharía en los órdenes celestes?”, es el verso que da apertura al umbral que representa este libro, que va del ascenso a la caída, de lo fieramente humano a la angélica transparencia de los ángeles, de la espiritualidad a lo mundano.
Este gran poema que son las diez elegías concentra la lucha del hombre (y la mujer) con sus propios demonios terrenales y espirituales, todo ello con un canto a la pureza de esas obsesiones que hacen del ser humano un ser poliédrico.
Así comienza el universo del Duino (en versión del poeta mexicano Uwe Frisch):
Primera Elegía
¿Quién, si yo gritara, me escucharía
en los órdenes celestes? Y si un ángel
de pronto me ciñera contra su corazón,
la fuerza de su ser me anularía;
porque la belleza no es sino la iniciación
de lo terrible: un algo que nosotros
podemos admirar y soportar
tan sólo en la medida en que se aviene,
desdeñoso, a existir sin destruirnos.
Todo ángel es terrible . Así yo, ahora,
me reprimo y sepulto en mi pecho
el oscuro sollozo de mi grito de reclamo.
El ruido de fondo de este canto son, en primer lugar, el castillo de Duino, una edificación que data del siglo XVI, ubicado en Trieste, Italia; además, es fundamental mencionar que la Pimera Guerra mundial, y la breve, pero intensa experiencia de Rilke en los campos de batalla, influyeron en la escritura de este libro.
Se puede decir, bajo la reserva de cada lector, que las Elegías son un canto fundacional, pues el yo poético, o el ángel que atraviesa el libro, se debate entre el mundo de los vivos y los muertos, un limbo acaso, y su interlocución es un honda cavilación con el interior, el eterno mirarse al espejo interno.
La poesía del escritor es una introspección constante, profunda y eterna, casi como el ángel que ronda por la intimidad de las cosas que toca. Como insinúa en su Novena Elegía:
Puesta por entero en sus ojos,
la criatura mira “lo abierto”.
Sólo nuestros ojos están como invertidos
y colocados íntegramente alrededor de su propio mirar,
a manera de trampas, en cerco
y al acecho en su libre camino hacia fuera.
Conocemos aquello que está fuera, más allá de nosotros,
únicamente a través del rostro el animal,
porque desde su más tierna edad
volteamos y ponemos al niño de espaldas,
forzándolo a que mire retrospectivamente
un mundo de formas y no lo abierto,
que es tan profundo en la fisonomía del animal,
y se halla tan libre de muerte. A ella
sólo nosotros la vemos;
el libre animal tiene siempre su ocaso tras sí
y ante sí a Dios, y cuando camina
avanza en la eternidad, como las fuente.
Avanzar y retroceder en el espacio de este poema es lo quen nos permite leer a consciencia, pues es un libro atávico, que va al pasado, regresa a las raíces, a los interiores, a los espejo del hombre mismo y su relación con el mundo y lo divino.
No cabe duda, que las Elegías de Duino es uno de los poemas más importantes del siglo XX. La lectura de este texto sería de enorme valor para los alumnos del Colegio de Ciencias y Humanidades que deseen entrar en el mundo de la poesía, pues en él hallarán la vena abierta de un poeta intenso y existencial como lo fue Rilke.