Ledaanciano

Sólo un personaje se repetía: Laura

Este objeto era una obra de arte, ¿por qué no lo había notado?

Sólo un personaje se repetía: Laura
Este objeto era una obra de arte, ¿por qué no lo había notado?

El encuentro con el libro que les voy a presentar fue forzado. Me dirigía a hacer una serie de trámites ante el SAT y un cuaderno hecho con hojas recicladas me tapó la cara por el vendaval. Me lo desembarré y lo dejé caer, con el aliento a medio fuelle y asustada.

Cuando salí de la oficina, un anciano me dio el cuaderno: “vi cuando se le cayó señora”, aseguró.

A punto de tirarlo a la basura, vi su título y me sentí subyugada, era el más extraño que había leído: tenía el nombre de un objeto hasta ese momento desconocido para mí. Su autor firmaba como UZ.

El objeto era una obra de arte, ¿cómo no lo había notado? Las hojas parecían elegidas con sumo cuidado; arriba de lo escrito había dibujos deliciosos en acuarela.

Leí las páginas escritas a mano y después me di cuenta de que las escritas a máquina, supuestamente hojas recicladas, eran otra versión de la misma historia, en épocas totalmente diferentes; sólo un personaje se repetía: Laura.

La sensación al terminar el cuento bicéfalo cambiaba, aunque tenía exactamente la misma intensidad para el espíritu: desolación e iluminación.

El autor se servía de estrategias literarias desconocidas para mí y extraía del alma de su lectora (yo) variantes de la misma emoción: estática y trepidante. 

¿Qué es este cuento que me quiso asfixiar?

No es posible encontrar tranquilidad y estabilidad con este libro. Todo se mueve, cambia.

Me presento en el lugar del encuentro entre el cuento y yo, con la esperanza de encontrar a UZ. Hay muchas librerías cerca: hago un cartel en el que pongo la portada del libro con mis datos.

Quiero conocer a UZ y saber qué más hay en el alma de Laura, tan hermosa y blanca, con su intuición de animal en celo. Su romance lechoso y audaz. 

Una tarde llamó UZ; tenía una voz chillona, me recordaba a alguien. Sentí repugnancia al escucharlo.

Me propuso vernos y yo acepté porque tenía mucho tiempo que un cuento no me transportaba a la esencia de mi cuerpo, lleno de ese aire enrarecido, borracho de tanta memoria.

UZ era una persona muy conocida en el medio del espectáculo por ser superficial, recordé cuando nos vimos.

El cuento doble de UZ es una línea que no hace diferencia entre lo vivido, lo soñado, lo pensado o lo deseado.

El tiempo es un continuo que está únicamente en el cuerpo textual.

Cuando lo leo regreso a mi infancia, pero también a la de todos los que crecieron conmigo, y aun los que no conozco están presentes.

UZ sonríe con satisfacción roja. “¿Encontraste el cuento de tu agrado? Dejé que lo tuvieras un rato, pero no hiciste nada, reí por eso, pudiste cambiarlo todo mujer. Hay otras tres copias circulando y los elegidos no han sido tan decentes como tú. Dame el texto”, dijo. UZ se dio media vuelta y caminó abrazando el libro. 

Agaché la cabeza y el libro estaba a mis pies, con otro título.

Unos metros adelante UZ volteó, ya encorvado, y reconocí al anciano que me dio el primer libro, el hombre lanzó el cuaderno que se mantuvo suspendido unos segundos en el aire; mientras, el hombre se hacía diminuto y era tragado por el ave de papel que ahora latía en mis manos.

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