Leer al escritor nipón es acceder a lo negro, a lo profundo del yo

Libro de sutilezas

Leer al escritor nipón es acceder a lo negro, a lo profundo del yo

Libro de sutilezas
Leer al escritor nipón es acceder a lo negro, a lo profundo del yo

El hombre de la avispa blanca 1955 me hizo descubrir, muy cerca de mi casa, una cafetería a la orilla de un pueblito fantasma, estaba entre palacios verticales de cristal y una fábrica de papel, ahora centro comercial. El lugar destartalado parecía el recuerdo de alguien. Un sol cremoso y amarillo se untaba tibio en mi cabello y mis pies desnudos.

Estaba en otro lugar y otro tiempo, tuve la certeza.

Era en un libro de Junichiro Tanizaki (1886-1965). Llevo días leyéndolo y mi sensibilidad se ha agudizado, el mundo me parece voluptuoso: los objetos angulosos, los espejos, las florecillas silvestres, los mosquitos, los azotadores. Las situaciones melancólicas y la suciedad me provocan movimientos corporales inesperados, al caminar tengo orgasmos visuales y auditivos.

El sabor del chocolate en el cafecito fantasma me estremeció a tal punto que antes del último sorbo creí desmayarme mientras aullaba de placer.

Después de leer “La gata, el amo y sus mujeres” del libro que reúne once cuentos de Tanizaki me convencí de haber encontrado el amor en los ojos de mis perros. Rápidamente salí del ensueño.  “La gata…” es uno de los relatos más extravagantes que he leído: un hombre cae rendido ante una felina de nombre Lily. El cuento es una delicia, los desvelos y preocupaciones del amo por Lily enternecen. Las descripciones escatológicas son finas y naturales, tirarse un pedo resulta una especie de obra de arte erótico.

Cuentos de amor no es una compilación de perversiones; es un libro de sutilezas en el que dos o más seres colisionan y surge la pulsión amatoria. Las narraciones del japonés presentan una potente taxonomía del deseo. Es perturbadora la historia de la muchacha cuyo artista-tatuador le dibuja su alma: una araña negra.

Los Cuentos de amor de Tanizaki consienten el alma, es posible vivir por un momento el choque entre muchos que sueñan su cuerpo en otro cuerpo. Una sabrosa condena. Angustia ver personajes oscuros, apocados; seres sólo especiales por sus extraños desvíos amatorios.

Leer a Tanizaki es acceder a lo profundo del yo; a lo negro; a lo lúbrico. Los cuentos del volumen contemplan el amor como una posesión del otro; se trata de ahogarlo; de dejarle marcas; de destruirlo. El amor por el otro, que me devuelve a mí mismo diferente y familiar, está siempre presente en los personajes enloquecidos de los relatos del libro.

Es la naturaleza quien reclama ser amada: orgía terrestre. Los seres creados por Tanizaki deambulan sensuales el cuerpo del lector como si se tratara de un territorio. El nipón juega con sus creaciones acaso monstruosas y nunca sabremos: ¿cuál será exactamente el resultado cuando dos que se soñaron se encuentran?

“Quizá sea capaz de amar a todo lo que me rodea, en una maleza enmarañada de formas y sensualidades”, pensé mientras veía el techo azul-cielo-oscuro con foquitos que, seguramente, por las noches hacían de estrellas en el cafecito fantasma.

“De niña me hacía aretes con estas campanitas”, le dije al hombre de la avispa blanca 1955, mientras señalaba unas flores lilas. Sonrió. Recorrimos el lugar e imaginamos una vida juntos, incluso pensamos en la posición de los animales en la pequeña terraza; el gato siempre estaría agazapado sobre la barda. En nuestra imaginación el cafecito fantasma también era una casa. Pensé que si alguien del futuro se sentaba en este sillón de terciopelo, imaginado por alguien, escucharía mis pensamientos.

Reí hacia adentro y cuando levanté mi rostro, lleno de sol, estaba en una cueva húmeda con fuerte olor a mierda.

Tanizaki, J. (2017). Cuentos de amor. Alfaguara.

Compartir: