Escritura y Lectura
La hipótesis central que guía esta edición es que la lectura eficaz no se puede lograr sin la escritura, y que esta segunda habilidad sería más y mejor practicada si se leyera con atención. Dos eslabones perfectamente engarzados o ambas caras de la misma moneda troqueladas en precisa armonía. ¿Cuándo las separamos y consideramos diferentes? Tal vez cuando nos propusimos enseñarlas, pero al separarlas con fines didácticos olvidamos lo primordial: una no puede existir sin la otra.
Las evidencias reunidas por nuestra experiencia docente y numerosas investigaciones arrojan algo previsible: el alumno no comprende lo que lee por falta de atención, no centra su atención porque realiza una lectura superficial, realiza esa lectura porque no interactúa con el texto, y no interactúa con el texto porque no comprende, es decir, no subraya, toma notas, hace resúmenes o comenta lo leído. Hace una mala lectura o simula leer porque nunca comprueba si está entendiendo realmente. Quien
no reacciona ante la lectura, así sea con la mínima acción que implica subrayar, podría no entender lo que lee o estar realizando una lectura superficial.
Es necesario precisar que el tipo de lectura varía con la edad y con la clase de libros que el estudiante lee. No es lo mismo leer en voz alta un cuento a un niño de seis años que a uno de quince; éste requiere practicar la lectura activa, más todavía si atiende textos que no son narraciones; por otra parte, por su desarrollo académico y personal los adolescentes son los candidatos idóneos para evaluar su comprensión y para aprovechar la lectura en la creación de nuevos textos. Por lo tanto deben prepararse para estas actividades. Una hipótesis subsidiaria apunta entonces a que la escuela debe adecuar el tipo de lectura según la edad de los alumnos, y reconocer que los años de educación media y media superior son los que se deben aprovechar para formar ese lector que interactúa con el texto. En mucho contribuye esta acción para hacerlo un lector experto.
Una tercera hipótesis es que la poca atención y concentración, la escasa afición a la lectura y su consideración como algo difícil o tedioso no son causa sino consecuencia de la incapacidad lectora. No saber leer es no advertir cómo se escriben las palabras, cómo concuerdan los elementos del texto, cómo se logra demostrar una afirmación, además de valorar la calidad de la prosa y atender el entramado del texto: estructura, trama, partes sustanciales de la novela, poema o cuento en textos literarios; ideas centrales, argumentos, hipótesis y conclusiones en textos expositivos. La mayoría de los profesores olvidamos enseñar estos aspectos, que son parte indispensable de la lectura en el nivel medio superior, y que harían de ella una experiencia no sólo interesante sino agradable.
Atender estos asuntos es nuestra responsabilidad como institución educativa y por eso Latitudes CCH explora en el presente número la relación intrínseca pero poco atendida que existe entre lectura y escritura. Entre las investigaciones y propuestas para incrementarlas y mejorarlas, existen pocas que hayan explorado esta relación. Esperamos haber contribuido con algún aporte.
Dr. Benjamín Barajas Sánchez
Director General del Colegio de Ciencias y Humanidades