Desterrado. El caos de Wilcock

Poeta, dramaturgo y ensayista

Abandonó Argentina para radicar en Italia

Poeta, dramaturgo y ensayista
Abandonó Argentina para radicar en Italia

Cuando el escritor Juan Rodolfo Wilcock (1919-1978) decidió dejar Argentina para radicar definitivamente en Italia, retiró sus libros de circulación; deseaba ser olvidado. Más tarde, lamentó que en su patria no fuera posible vivir. Además de narrador era poeta, dramaturgo, ensayista y un prolífico traductor que dominó cinco idiomas.

Wilcock poseía una imaginación surrealista y performática con inclinación a la especulación filosófica. Leerlo es aceptar que lo esperpéntico es bello. El autor de El estereoscopio de los solitarios fue un escritor de la estirpe de Fernando Pessoa, Witold Gombrowicz y Felisberto Hernández, pero ha sido relegado.

Así, resulta importante que el sello editorial La Bestia Equilátera haya realizado el libro de cuentos El caos, que recoge dieciocho textos del bonaerense, publicados primero en revistas en español entre 1948 y 1960, después en un libro en italiano de 1960 y por Editorial Sudamericana en 1974. Lo grotesco, extraño y sofisticado son el centro de expresión del libro en el que vemos un obsesivo manejo de lenguaje. Los personajes de Wilcock son fuerzas monstruosas de la naturaleza; piezas surgidas de una imaginación entre Velázquez, Duchamp y Picasso.

Uno de los mejores cuentos del libro es “La fiesta de los enanos”, aunque es El caos el más atractivo: texto obsesivo, pulcro y de estructura clásica. El protagonista-narrador del cuento quiere descubrir el sentido y la finalidad del universo; primero piensa lograrlo comunicándose con sus semejantes.

Es por eso que el narrador físicamente impedido (sordo, tuerto, bizco, paralítico y que usa dientes falsos) decide ir al carnaval del pueblo, allí termina a punto de ser cocinado vivo y observa, en esa puerilidad monstruosa, que se podría encontrar el sentido del cosmos “por medio del éxtasis místico” qué significa renunciar al “pensamiento sistemático”.

Después, una serie de peripecias llevan al héroe a pensar que “eran, éramos todos caprichos, insensatas curiosidades, momentos del caos, relámpagos fugitivos de una conciencia igualmente fugitiva, cómicamente ilógica”. Entonces decide hacer fiestas en su casa que imiten el desorden de la vida, mientras él se pasea con su peluca rubia acairelada en una silla de ruedas. Pronto las celebraciones invaden el pueblo. El carnaval está en todas partes y el rubio con neumáticos es rey, aunque también podría ser todos los demás.

Las acciones alucinadas del narrador de El caos nos pueden llevar a contemplar nuestros abismos. En este texto todo tiene un sentido profundo y, paradójicamente, queda abolido el azar. Wilcock hace una puesta en escena de la vida para cuestionar el orden social de los hombres. El caos es una teatralización de lo vital que adquiere orden en la escena final. Todo parece estar contenido en un cuadro.

La discusión sobre el arte es nuclear, el protagonista piensa que su obra modificará el yo, la esencia de todo. El narrador es presa de su propia ficción, es una especie de rey Lear: patético, grandioso y cómico al mismo tiempo.

Wilcock utiliza arquetipos de la tradición literaria y los transforma. Es a partir del cuerpo inacabado e insólito de sus protagonistas que logra también un extrañamiento textual. Los personajes de El caos son seres rotos, garabatos humanos hilarantes, pesadillas con esencias animales. Juan Rodolfo Wilcock representa la vorágine total y pone en movimiento una narrativa casi perfecta de seres desterrados. 

 

Wilcock, J. R. (2015). El caos. La Bestia Equilátera.

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