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Este artículo está dirigido a toda persona que quiera cuestionar los estereotipos de género, pero fundamentalmente a la comunidad masculina del CCH Vallejo.

Quizás hayas visto la película el “Club de la Pelea” dirigida por David Fincher. La primera regla del club de la pelea especifica que, para pertenecer a éste, nadie debe hablar sobre él. Algo similar ocurre con la masculinidad, para pertenecer al club de la masculinidad no hay que hablar de ella y no hay que cuestionarla.

Cuestionar las reglas de la masculinidad puede implicar nuestra salida del club, sin embargo, si deseamos establecer relaciones más saludables con nuestros semejantes, es necesario que cuestionemos aquello en lo que creemos y llevemos a cabo modificaciones conductuales. En este sentido vale la pena definir lo que entendemos por estereotipos de género, para posteriormente identificar estereotipos específicamente masculinos y ponerlos en tela de juicio.

Los estereotipos son un conjunto de atributos o características asignadas en el imaginario a diversos objetos o personas; estos son los estereotipos de género y las atribuciones preconcebidas sobre cómo comportarse, vestir y verse hombres y mujeres según su género.

Aunque los estereotipos no necesariamente tienen que ser negativos o tener una carga peyorativa, son visiones distorsionadas y distorsionadoras de la realidad que delimitan el papel y actividades que pueden desarrollar hombres y mujeres, y con ello se generan discriminación y desigualdad sistemática.

Algunos estereotipos de género hacen referencia a los colores que podemos usar hombres y mujeres, qué podemos jugar, quién nos puede gustar, y aquello que podemos sentir y expresar. Los roles de género están vinculados con los estereotipos de género, pues es en estas creencias que se asignan las actividades y trabajos que podemos realizar según nuestro género. Tales roles no son equitativos e históricamente las mujeres han salido perdiendo, por ello llevan siglos luchando y protestando.

En la reproducción de estos roles y estereotipos de género oprimimos a las mujeres, pero también a nosotros mismos, tales reglas implícitas establecen qué debemos de hacer para ser “hombres de verdad”. No seguir las reglas implica perder masculinidad, automáticamente nos convertimos en lo contrario: una mujer, un afeminado, un homosexual.

Un ejemplo de estereotipo masculino es el que dicta que los hombres no lloran, lo que conlleva suponer que los hombres somos el sexo fuerte pues tenemos que soportar adversidades sin mostrar sentimientos de tristeza. La distinción entre “el

sexo fuerte” y el “sexo débil” ha sido dañina no sólo para la sociedad, sino también para nuestra propia salud: nos genera inseguridad de no poder cumplir con el rol prototípico masculino y temor a no ser aceptado en el grupo de iguales por ser considerados como el blando o el suave.

Otro ejemplo indica que para ser hombre hay que parecerlo, debemos tener un código de vestimenta diferente al femenino, pero es evidente que esos códigos se construyen socialmente y se modifican con y en el tiempo, además de que cambian de sociedad a otra; en resumen: la ropa no tiene género.

También tiene la falsa idea de que los hombres deben de ser hiper sexuales, es decir, tienen que pensar de manera continua en sexo y en mujeres en situaciones de índole sexual, en ocasiones no por una genuina atracción, sino por la presión social de la masculinidad. Lo anterior deriva en múltiples problemáticas como situaciones de acoso y la generación de grupos culturalmente dañinos como los “incels”, los “simps” etcétera.

Otro ejemplo es el estereotipo de princesas y superhéroes: aunque los medios de comunicación están ampliando los modelos ofrecidos en sus productos culturales, la fórmula dominante continúa siendo superhéroes para los niños y princesas para las niñas. Los superhéroes son poderosos y en ocasiones se utilizan sus extraordinarios dones para mejorar a la sociedad y las princesas en cambio son a menudo retratadas a partir de sus intereses amorosos y su vida familiar y privada, más que por su voluntad de servicio público.

Como hemos visto, los estereotipos de género son altamente dañinos tanto cultural y socialmente, como en nuestra salud, y en la medida que los vayamos desmontando contribuiremos a ir formando relaciones más saludables. ¿Qué nos toca hacer como hombres? En principio, romper la primera regla del club de la masculinidad: hablar de la masculinidad e irla deconstruyendo y reinterpretando es un buen inicio, cuestionar nuestros privilegios, fomentar la empatía y solidaridad y celebrar las diferencias, involucrarnos en el hogar y reconocernos que todos hemos formado parte y nos hemos beneficiado del patriarcado.

No se trata de hacernos los deconstruidos y con ello sentirnos superiores a los demás, esta actitud que hay en una competitividad tóxica que se enmarca en estos mismos estereotipos de la masculinidad qué hemos estado señalando. Si crees que estás perfectamente bien y que lo que acabas de leer es pura “ideología progre”, este texto no es para ti, tú no tienes que ver con el con la problemática tratada y con que la sociedad y sus relaciones interpersonales se encuentren tan dañadas.

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