holgazanería

De la holgazanería como oficio juega con las convenciones —y los prejuicios— en torno a las brevedades que se asimilan al chiste, que buscan el relajo o que se aventuran a la ocurrencia. Epopeyas futboleras, viñetas pugilistas, apariciones, retazos de libros o de autores hacen de este título una opción apetecible, más aún si se quiere conocer una nueva incursión en el microrrelato. Oficio de holgazanes, dirían algunos, que prefieren el camino “fácil”, pero la sencillez de este minimalismo es una apariencia, una quimera. El humor es una cosa seria y Alejandro Espinosa lo sabe.   Decálogo

La microficción, reza el decálogo del perfecto microficcionista, debe durar lo que dura un cerillo encendido y no debe dar más luz de lo que da lo que se extingue.

Cotard

Es un claro caso de desrealización, dijo el psiquiatra. ¿Quiere decir que mi carne pútrida, el hedor que despide, los viscosos gusanos despertándome en la noche, la ausencia de latidos, la lenta desaparición de mis brazos son todo mentira? Sí, dijo el psiquiatra acomodándose los lentes. Luego dijo sólo soy el personaje de una microficción y desapareció.   Hay una mujer en mi casa.

Hay una mujer en mi casa. No la veo mucho, se aparece sábados y domingos. En el sillón naranja de la sala mira series interminables en Netflix. No habla nunca. Entre semana casi no la veo, es un bulto entrapajado en el sillón. Deja su ropa interior en el baño, sé que está porque la naranja o el sándwich que preparo desaparecen todos los días. Tengo la sospecha de que esa mujer o aparición fue mi esposa, me lo dice la fotografía de la sala en la que aparecemos vestidos de novios.   Edipo

En ocasiones y de forma inconsciente Edipo espetaba a Yocasta, su mujer, el consabido piropo de mamacita.   Ars

Ars brevis, escribió en el teclado. Y ya no se le ocurrió nada.   Alejandro Espinosa. De la holgazanería como oficio México: Naveluz-UNAM. 2016.

 

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