“No pase aquí quien no sabe geometría”. Platón hizo colocar esta frase en la entrada de la primera academia filosófica de la historia de Europa. Tenía diversas razones para efectuar esta discriminación. No es nuestro propósito analizarlas, sino más bien confrontarlas con un ejercicio de la filosofía de nuestros días (más de un milenio de por medio), y observar sus implicaciones sociales.
Platón pensaba que el aprendizaje filosófico dependía de conocimientos previos sin los cuales no era posible la educación filosófica. Ciertos conceptos que hoy llamaríamos matemáticos eran considerados en la antigua Grecia como condiciones para adquirir y construir otro tipo de conocimientos.
Por ejemplo, nociones como armonía o proporción eran entendidas como fundamentales, porque se pensaba que ellas describían las estructuras fundamentales de la naturaleza y el cosmos.
Para los griegos, la realidad toda posee un orden y ese orden tiene la estructura de una armonía, de un equilibrio de formas, movimientos, distancias, etcétera. Nosotros, cecehacheros que nos encontramos en el semestre 2025-2, quizás podríamos aceptar esta idea.
Hay conocimientos que no se pueden adquirir sin antes haber aprendido otros. De hecho, las trayectorias académicas tienen ese sentido.
Las materias que estudiamos semestre a semestre se hilan y generan conocimientos cada vez más complejos y más precisos. Sin embargo, hay algo que, permítaseme decirlo así, “huele mal” en estas ideas: una incomodidad, una piedra en el zapato.
Esto que huele mal es: si la filosofía es un conocimiento derivado y necesita de otros conocimientos para cultivarse, entonces, ¿la filosofía es accesible sólo para unos pocos, para los pocos que tienen el privilegio de la escolarización?
¿Lo anterior es moralmente aceptable? ¿Puede la filosofía desarrollarse como un conocimiento básico y no derivado? ¿Pueden las personas aprender a pensar filosóficamente sin tener nociones previas de geometría, de matemáticas? ¿Es correcto que en México los alumnos de preescolar, primaria y secundaria no cuenten con herramientas de pensamiento crítico para analizar y juzgar la información de su entorno? ¿Sigue siendo válida la idea de que la filosofía sólo puede comprenderse en ciertas etapas del desarrollo, que no son la niñez ni la adolescencia inicial? ¿Qué otra cosa quiere sino la filosofía para niños?
¿Cómo filosofar?
Vivimos una época extraña. Hoy en día, por un lado, tenemos una hiperacademización de la filosofía con todo el aparato universitario que existe al respecto: grados, posdoctorados, estancias de investigación, revistas especializadas, laboratorios, coloquios, etcétera. Por otro lado, grupos de investigación para-universitarios e incluso antiacadémicos.
En este lado quizás podríamos ubicar a la filosofía para niños, ejercicio con un potencial disruptor, pues no entiende a la niñez como un estado de ignorancia o equivocación, sino como una etapa en la que están a flor de piel ciertos motores del preguntar filosófico, como lo es el asombro.
Los niños, a diferencia de los adultos, no tienen un concepto sólido de la realidad porque éste se está construyendo. Ese momento o estado puede ser aprovechado por la filosofía para formar una idea de realidad más plástica, flexible y sana, que evite la polémica idea de que es siempre un desengaño, un desaprendizaje o una deconstrucción.
Sólo en el sistema educativo que vivimos la filosofía es un desengaño, pues no participó en las etapas de desarrollo donde los niños construyen el concepto de realidad.
En un sistema educativo donde la filosofía esté presente desde el inicio del proceso educativo, la realidad se mostraría como algo plástico incapaz de consolidarse, pues la realidad es una construcción que tiende a la normalización social, pero tiene que tener siempre puntos de fuga, espacios abiertos.
Por todo esto, pensamos que en los tiempos en los que vivimos restamos potencial crítico y educamos mal a las personas si condicionamos su acceso al pensamiento. En el siglo XXI necesitamos escuelas cuyos lemas sean: “Pase aquí aunque no sepa geometría”.
*Profesor del plantel Naucalpan