Benjamín Barajas

La organización y el desarrollo del Primer encuentro nacional de escritores y lectores es una excelente iniciativa, para compartir las experiencias de lectura y escritura que hemos adquirido en los diversos niveles educativos, en nuestras aulas y también fuera de ellas y de los programas de estudios curriculares. Como bien lo señalan en su convocatoria, se lee y se escribe para la vida, lo cual supone la continuidad y el diálogo entre nuestras escuelas y la dinámica social, pues los niños y jóvenes siempre serán el vínculo con la realidad, la imaginación, la fantasía y la alegría de vivir. 

Trabajar con y para los niños y jóvenes es un privilegio, una responsabilidad y un modo de vida que nos permite ser optimistas incurables, y animadores de la utopía de la educación, considerada como un medio fundamental para lograr la inclusión con justicia e igualdad.

En este sentido, la lectura y la escritura no son solamente contenidos curriculares, sino habilidades indispensables para adquirir conocimientos nuevos en diversas disciplinas, pero, sobre todo, nos permiten comprender el mundo, ya que el lenguaje, como diría Heidegger, no es un adorno de la existencia, sino la esencia de nuestro SER.

Por su parte, el antropólogo Paulo Freire creía que la lectura del mundo es posible si acudimos a otro conjunto de signos visuales, olfativos, gustativos y táctiles que también nos ayudan a comprender la realidad del entorno en que vivimos; porque leer y escribir no deben representar una ruptura, sino una suave continuidad, donde se armonice la oralidad con la escritura, pues las personas que no leen ni escriben poseen conocimientos muy valiosos que sirven de base, para acceder a la cultura letrada.

En consecuencia, no debe haber una imposición, sino un ejercicio de seducción, una convergencia de signos, necesarios para enriquecer nuestras vidas y gozar del placer de los textos, los cuales nos instruyen y acompañan, especialmente en estos tiempos de la pandemia. 

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