Es de ayuda observarlos y escuchar sus emociones

“¡Me rindo, ya no puedo!”

Es de ayuda observarlos y escuchar sus emociones

“¡Me rindo, ya no puedo!”
Es de ayuda observarlos y escuchar sus emociones

¿Cómo establecer límites claros sin ser autoritario con mi hijo adolescente?, ¿cómo ayudarle a comprender los cambios que está viviendo a nivel físico, emocional y hormonal?, ¿cómo lograr que se conviertan en adultos que se autorregulen?, éstas y otras preguntas fueron respondidas por la psicóloga María Gabriela Luna Ruelas, a través de la videoconferencia “¡Ser papá-mamá de adolescentes… me rindo, ya no puedo!”.

La actividad organizada por la Dirección General de Orientación y Atención Educativa (DGOAE) fue transmitida por las redes sociales de la dependencia universitaria, misma que permitió el diálogo entre la especialista y algunos padres de familia, quienes expusieron sus dudas, inquietudes y experiencias de vida al ser padres de adolescentes.

La especialista destacó que posterior a la etapa más crítica de la pandemia en la que se registró un déficit entre el desarrollo emocional y cognitivo, en la relación de los padres de familia y los jóvenes, es importante el papel de la comunicación y retomar los límites, este último no como imposición sino con argumentos, ya que sólo así se podrán tener adultos sanos y autorregulados.

Además, pidió a los padres enseñar los límites de manera amorosa, es decir, acompañados por amor, confianza y congruencia entre el decir y el hacer; sin embargo, destacó que la relación positiva con el adolescente se trabaja desde la infancia, para que en el “momento de la poda y la consolidación” de hábitos, queden en su vida aquellas enseñanzas que se realizaron con mayor frecuencia y se afiancen en el cerebro.

“En el desarrollo del cerebro está todo. Cuando son pequeños hay capacidad de los padres de controlarlos y modificar ciertas cosas, en la adolescencia se torna complejo. El cerebro tiene una fase de desarrollo hasta los 25 años; no obstante, a partir de los 12 años hay un brote de crecimiento que lo complica, la parte hormonal que cambia el cuerpo y el cerebro”, explicó.

 

Consolidar hábitos

La psicóloga resaltó que durante esta etapa los adolescentes tienen otros intereses, entre estos, disminuye el acercamiento con los padres y buscan pasar mayor tiempo con sus amigos, además de que hay mayor independencia; “también surge la necesidad de descubrir quiénes son y qué quieren, es decir, buscan una identidad y aumenta la  preocupación por la apariencia física”, dijo.

La especialista detalló que existen tres etapas de la adolescencia: la primera que va de los 10 a los 13 años, la segunda de los 13 a los 17 y luego de los 18 a los 21 años; en esta última, aún es necesario que los padres pongan límites, que sigan prestándoles el “lóbulo frontal”.

Por ello, enumeró las funciones ejecutivas que se desarrollan en el cerebro y permiten tener una vida funcional, como son la regulación del comportamiento, la inhibición de impulsos, poner atención, iniciar tareas, flexibilidad y trabajar la tolerancia a la frustración, pues esto le permitirá conseguir metas en la edad adulta. 

Otras son la memoria de trabajo, planeación, la capacidad de priorizar, organización, gestión del tiempo y metacognición, que significa saber “cómo estoy pensando lo que estoy pensando, no concentrarme en las ideas sino en la manera en que se dan esas ideas. Es algo que en teoría tenemos los adultos, mientras que en la adolescencia aún no”.

En ese sentido, comentó que “a veces, al hablar con el hijo, nos está gritando, pero no lo hace a propósito, todavía necesita aprender a notar cómo es que está hablando, con qué tono lo está haciendo. Esto, con los intereses de los adolescentes choca, ya que a ellos no les interesa desarrollar las funciones ejecutivas”.

Más adelante, se refirió al apego (la relación con el cuidador primario), la cual permite la regulación. Aquí el hijo experimenta estrés y busca a su figura de apego, pero esas maneras a veces no son muy positivas o asertivas, o los cuidadores reaccionan con exceso o no reaccionan, sin embargo, cuando se proporciona la ayuda correcta el hijo se regula, por lo que es importante escucharlo y observarlo.

Por último, la ponente señaló que los padres de familia deben confiar en sí mismos, pues la persona que pone límites “también es el malo de la película y hay que aguantar este momento; si nosotros sabemos por qué lo hacemos no tenemos que sentirnos culpables”, finalizó.

Compartir: