Se presenta El alma buena de Sezuán

Se presenta El alma buena de Sezuán

La adaptación de una obra teatral abre un camino para brillar por su mérito propio

Se presenta El alma buena de Sezuán
La adaptación de una obra teatral abre un camino para brillar por su mérito propio

Adaptar un texto teatral es una tarea complicada, porque —además de toda la técnica que implica este proceso— es primordial considerar su objetivo.

Lo anterior, ya que no tiene el mismo propósito adaptar un texto narrativo a uno dramático (por ejemplo, dar a conocer una novela en su versión teatral), que adaptar un texto dramático a otro dramático.

Por lo general, esta última posibilidad es la más común; conlleva el uso de la historia original en otra versión y toma lo que más le conviene de la primera, pero con otros fines. 

Algo de esto es la tendencia cinematográfica y teatral en estos momentos y la más reciente producción del Carro de Comedias, El alma buena de Sezuán, dirigida por Gabriela Ochoa y con asesoría dramatúrgica de Maribel Carrasco, no es la excepción.

Cuando se habla del teatro de Brecht, se observa que estamos ante un tipo de teatro que posee fuertes intenciones sociales, que busca que su público asuma una postura contundente que lo lleve a una acción práctica y se vale de toda una técnica

—tanto dramática como de escenificación—para lograr este objetivo. Incluso, el autor desarrolló una suerte de teoría para llevarlo a cabo.

Entre todo este sistema conceptual, en cuanto a la técnica dramática se refiere, está la extensión del desarrollo anecdótico.

Brecht, a diferencia de los clásicos griegos que amaban la síntesis, prefiere amplias historias que le permitan ahondar en los aspectos de la sociedad.

Precisamente, esta extensión es la que caracterizará, entre otras cosas, al Teatro Épico, pues este teatro toma de la épica la abundancia de situaciones y peripecias.

Así, las grandes obras de Brecht tienen una duración de dos a cuatro horas en su representación.

En la versión del Carro de Comedias, estamos ante una producción de más o menos una hora, lo cual no es un defecto (es entendible como condición de las producciones que realiza el Carro), pero tampoco una virtud.

Aun cuando la adaptación rescata de forma bastante acertada las líneas principales de la anécdota, se pierde todo el crecimiento de la línea dramática del original, necesario para su resolución lógica.

Para llegar a la conclusión de que Shen-Te (su protagonista) está operando de una forma poco adecuada ante una sociedad abusiva, Brecht se toma muy deliberadamente el tiempo: nos muestra cómo Shen-Te asume el rol de ser buena en este pueblo, un rol asignado por los tres dioses; cómo poco a poco va tomando decisiones que, según ella, la hacen buena, y cómo los demás ven cómo sacar ventaja.

Cada escena es una ocasión de tomar una postura crítica ante lo que estamos viendo y, además, de prever una posible solución.

La versión del Carro de Comedias omite este factor por completo, pues privilegia que se cuente una historia.

Aquí es importante recalcar: desde que el drama se consolidó como género, se ha sabido el poder que posee el teatro y éste no radica en contar una historia que pudiera relatar cualquier narrador, sino en inducir una experiencia concreta.

Brecht es consciente de ello y, por lo mismo, sabe el tipo de inducción que espera lograr en su público: en el menor de los casos, una indignación por lo que se está viendo para, luego, de manera muy racional, pasar por un procedimiento lógico.

Brecht lo llama extrañamiento, es decir, tomar una especie de distancia para encontrar una variedad de soluciones aplicables a un problema conocido.

En esta producción también sorprende la precariedad de música y canciones, factores a los que este autor invita.

Apenas vemos unos instrumentos de percusión y una flauta, un asunto bastante peculiar, tomando en cuenta que el Carro de Comedias, al ser un proyecto de teatro itinerante, dice privilegiar la voz y las “habilidades musicales”.

A esto se suma el vestuario, bastante expresivo y funcional —así como su característico

remolque— y las acertadas soluciones espaciales.

Por último, parece oportuno mencionar que la adaptación de una obra abre un camino para brillar por sus propios méritos; pero, cuando no es el caso, tendrá siempre como referente el original.

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