La discriminación o la violencia por orientación sexual o identidad de género no sólo constituye una violación al derecho humano de la libre autodeterminación, sino al de la educación, alertó Rubén Hernández Duarte, responsable de la Dirección de Inclusión y Prácticas Comunitarias de la Coordinación para la Igualdad de Género de la UNAM (CIGU).
Al ofrecer la charla “Mi estudiante es LGBTTTIQ+ ¿qué hago como docente?”, en la que el comunicólogo orientó a los presentes sobre cómo apoyar a esta población escolar, destacó que cuando una persona deja de ir a la escuela y no puede cumplir un proceso académico por ser discriminado por su orientación sexual, es una doble violación de derechos humanos y debemos poner mucha atención.
Hace dos años, recordó, en la página de Facebook de la Universidad se colocó un filtro arcoíris por el 26 de junio que celebra la diversidad sexual, el cual desató muchas reacciones positivas, pero también negativas, con frases como: “no hay problema que las personas sean LGBTTTIQ+, el problema es que traigan esa identidad o prácticas a la Universidad”.
“Aquí nos enfrentamos no a un tema de respeto y reconocimiento a la diversidad, sino a algo más complicado, que es la intolerancia a la diferencia, la violación a los derechos humanos al libre desarrollo de la personalidad, de la autodeterminación de lo que queremos con nuestros cuerpos, con nuestras vidas, de la forma en como nos identificamos y cómo estamos en el mundo”, consideró.
Recordó que, según datos en su poder, alrededor de 13 por ciento del alumnado (unos 44 mil estudiantes) no se considera heterosexual, y según la Encuesta sobre Discriminación por motivos de Orientación Sexual e Identidad de Género (Endosig) del Conapred, 59.8 por ciento de la población encuestada se siente discriminada por al menos un motivo.
La misma encuesta muestra que más de 85 por ciento de las personas tuvieron que esconder su identidad de género u orientación sexual durante la adolescencia y más de 60 por ciento recibió burlas o molestia
Por eso, expuso, “celebro estas sinergias que tenemos entre la Coordinación para Igualdad de Género (CIGU) y la Dirección General del Colegio de Ciencias y Humanidades; me parece que es la mejor forma que podemos tener en la Universidad, de articular esfuerzos para garantizar los derechos humanos de toda nuestra comunidad”.
También se dijo entusiasmado por entablar este diálogo con Mayra Monsalvo, titular de la Secretaría Estudiantil, sobre situaciones que se presentan en el CCH y otras entidades académicas de nivel superior.
Reconoció que nos encontramos frente a grandes retos porque no siempre tenemos las herramientas específicas para escuchar y reconocer esta autodeterminación de la identidad y la expresión de género de estas personas, porque se ha visto que “en los espacios de educación hay una visión de género, cuál es el deber ser de las personas en función de nuestro sexo y ese deber ser está generalizado”.
Está construido a partir de expectativas de cómo debiera ser la masculinidad y la feminidad, y deja un horizonte de duda o cuestionamiento sobre qué pasa con las personas que no se alinean a estos marcos normativos de género, añadió.
En ese sentido, el maestro en Estudios Políticos y Sociales por la UNAM consideró que lo primero que hay que hacer en la Universidad, más allá de cualquier visión sobre el orden de género, “es reconocer que estas diversidades existen”, porque no hacerlo complica todo.
En la sesión, el especialista también habló de la ley para el reconocimiento y la atención de las personas LGBTTTIQ+, del protocolo para la atención en casos de violencia de género en la UNAM y el reconocimiento de la identidad sexogenérica.