Amor

Sabiduría en el interior

La nobleza del corazón nos lleva a querer actuar a favor del otro

Sabiduría en el interior
La nobleza del corazón nos lleva a querer actuar a favor del otro

Sobre el amor existen muchísimas interpretaciones en varias disciplinas. La postura que abordaré será desde la filosofía práctica.

Para Platón, por ejemplo, el amor es una fuerza dinámica, es decir, que el que ama se siente movido a ser una mejor persona y se siente motivado  a cambiar si quiere crecer junto con el ser amado.

La dýnamis del amor en Platón viene de la esencia del alma, que queda abierta al conocimiento del otro.

El amor es como una visión profunda que aparece en mi alma, que me lleva a darme cuenta lo que el Otro necesita, lo que requiere para crecer; el amor me hace consciente de qué puedo hacer para despertar al otro de su inconsciencia. Esa esencia me dice qué camino tomar para dialogar con el Otro, para acompañarlo en una pena, para seguir creciendo juntos.

El amor siempre es un bien. Si es amor no te pueden dañar, ni lastimar. El amor es una esencia divina que significa una sabiduría que está en tu interior y te ayuda a vivir bien. Si existe pena en la relación, no es amor.

La esencia del amor en tu alma te lleva a querer desarrollar virtudes de todo tipo, como la amistad, la justicia, la paz, la verdad. Cuando alguien te ama quieres realizar actividades que te lleven a mejorar tu vida.

Me parece que esta parte espiritual de la que habla Platón se ha ido perdiendo en nuestra cultura que le da peso a lo material, a las tecnologías desmedidamente.

Creo que el principal problema es que, por un lado, pocos creen que existe el amor, y otros están tan decepcionados que luchan para no enamorarse.

El problema de ir contra el amor es que el ser humano pierde posibilidades de crecer y de fortalecerse y de sentirse poderoso anímicamente.

Cuando alguien está enamorado, se le abren fibras de una magnitud insospechada y puede llegar a sentir locura, pero como señala Platón, es locura divina que le lleva a sentirse con mucha fuerza y le permite realizar actos esplendorosos por el otro.

A muchas personas no les gusta sentir esa “locura”, entonces prefieren mantener su vida anímica ordenada, colocan mucha racionalidad para explicar su vida, y se rodean de normas y principios que les dan cierto confort, pero a veces al precio de vivir un poco en una dimensión gris existencialmente hablando.

Cuando se ama existe la posibilidad de llegar a ser virtuoso, la propia dinámica amorosa te lleva a querer mejorar la vida.

Cuando amas quieres ser prudente y dice la filósofa Luce Irigaray que nacen los efectos de la mesura, del renunciamiento, los cuales hacen posible que estemos en unión con otros, y que en caso de que el Otro necesite nuestra ayuda, seamos capaces de renunciar a un beneficio propio, pues la nobleza del corazón nos lleva a querer hacer algo bueno en favor del Otro.

Y entonces nacen prácticas femeninas que tendrían que incorporarse a lo social, pues a veces para escuchar al Otro tenemos que renunciar a nuestro ego, hacer un sacrificio de no desbocarnos en platicar lo que nos urge decir, escuchar requiere una paciencia para saber del Otro.

Las virtudes que se llaman femeninas nacen en el interior del hogar, cuando la familia educa para escuchar, para cuidar, para ayudar a serenarse. Ahí se crea el ámbito de la intimidad, no hay otro espacio para construir intimidad; en la escuela no se da y en ningún otro espacio social o político se habla de la intimidad, que es un encuentro con el diálogo interior.

Señala Luce Irigaray (Amo a ti, 1992) que el amor posee “una dimensión carnal, sensible, espiritual en el amor (…) no puede ser sometida a la reproducción, a la adquisición o acumulación de bienes”.

Gracias a lo femenino, en la visión de Irigaray, será posible crear la sustancia espiritual, tan urgente de crear en la cultura de nuestros días.

Por ejemplo, en el ambiente de los jóvenes que están pegados a los videojuegos, se requiere con apremio la presencia de lo femenino, que haga surgir un sentimiento espiritual de resguardo, de paz, de diálogo interior con el otro.

Solo lo femenino podría volver a crear, desde la más temprana infancia, los lazos de unión amorosa tan necesarios para cimentar lo humano.

Irigaray explica por qué es muy necesario crear relaciones amorosas dentro del hogar que se viertan en lo social, y dice hay que crear “una ética política que rehúsa sacrificar el deseo a la muerte, al poder del dinero”.

Para este tipo de actitudes de amor es necesario generar otro tipo de cultura, la cual deviene de cierta virtud poco reconocida como es el sacrificio por el Otro, por ejemplo, la pasividad, que no es lo opuesto a la actividad, más bien está situada en otra economía, señala Irigaray.

“Otra relación con la naturaleza y consigo misma equivaldría a la atención y a la fidelidad antes que a la pasividad: así pues, no es cuestión de pura receptividad, sino de impulso de crecimiento”.

Por ello, el amor, el femenino, puede conducirnos a otras vías insospechadas de crecimiento y de buena vida.

En la escuela no se habla de este tema fundamental, se atienden contenidos de un programa que casi siempre son conceptos científicos, pero en la escuela también se deben atender aspectos de la buena vida como señala la filósofa Nel Noddings.

Hay que tratar los temas de ¿qué es un hogar?, ¿qué significa la intimidad?, ¿qué es el amor?, ¿qué es la virtud?, ¿cómo construir una pareja amorosa? Son temas que aborda la filosofía práctica y que son necesarios para pensar con sabiduría la propia vida, para ir construyendo poco a poco la vida feliz. Esto significa, dice Irigaray, espiritualizar mi naturaleza para construir con el Otro.

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