“Debemos dejar lo mental a un lado; dejar que fluya lo afectivo para lograr pensar amorosamente y aprender a respetar al otro con sus condiciones; su orientación, sus necesidades, sus deseos, sus afectos y su forma de ser en el mundo”. Ése fue el mensaje central que, en conferencia virtual, dejó el psicólogo y tanatólogo Ariel Benítez durante la Jornada de la Sexualidad.
El especialista dijo que el ser humano es sexual desde el vientre materno y definió el sexo biológico como el rasgo desarrollado en la gestación y determinado por su estructura cromosómica en XY o XX, lo que distinguen al hombre y a la mujer con caracteres sexuales primarios (testículos y pene en el varón, y ovarios, matriz y vulva en la mujer).
La sexualidad y la inclinación sexual, continuó, “son comportamientos y estrategias de los individuos para atraer pareja; combinan factores biológicos internos y sociales externos de cada individuo que generan cambios en cuerpo y mente. La identidad sexual refleja cómo una persona se percibe a sí misma, en versión masculina, femenina o intermedia y alterna, asumiendo un rol sexual manifestado en su vestir, hablar, peinarse o hacer cualquier cosa”.
Es muy variada la expresión de la sexualidad y sus afectos. Por ello, mencionó Benítez, “es difícil comprender esa intersexualidad, así que la clave está en entender que básicamente todos buscamos amor, queremos estar enamorados”.
En el proceso de conocimiento de esa diversidad sexual, dijo, “existe un duelo, un impacto a nivel mental y emocional en el individuo y en la sociedad que ha fijado expectativas de comportamiento a partir del sexo. Los padres, por ejemplo, educan a un niño y se enfrentan a la aceptación de una variante de esa diversidad cuando se menciona la homosexualidad. Inmediatamente aparecen mecanismos de defensa como la negación, la negociación y la aceptación, cuando descubrimos, a través del amor, que frente a nosotros hay un ser humano y el amor es diverso en sus expresiones”.
Dentro del proceso de duelo, concluyó, “debo respetar al otro; si no lo respeto, hace falta respetarme a mí primero y preguntarme si mi capacidad de amar está dispuesta a ello”.
